Miguel Domínguez y su hijo, Jesse, llenaron unas bandejas con masa en forma de cerdo y bolillos que imitaban balones de fútbol, y luego los metieron en el horno.
Los restaurantes cercanos de tamales y hamburguesas ya no están. En la franja que alguna vez fue un enclave latino de compras hay más escaparates cerrados por puertas de hierro que espacios abiertos que inviten a los clientes.“Pensé que la gente querría salir y gastar su dinero”, expresó el hombre, de 56 años. “Pero no; nada ha cambiado. Es una situación triste”.
Algunos sienten miedo de aventurarse. Otros todavía están desempleados y tienen poco dinero para gastar. Muchos cambiaron sus hábitos de compra durante la pandemia y optaron por comprar en un solo lugar, en grandes tiendas, acelerando una tendencia que ya había condenado a numerosos pequeños negocios familiares del bulevar.
Esto hizo que la reapertura fuera una propuesta difícil, no solo por regresar a los antes bulliciosos distritos comerciales, sino también respecto de enviar inmediatamente a los niños a clases presenciales. Desde que regresó a Whittier Boulevard tiene reservas durante todo el día. Una vez que la economía se reinicie por completo, es probable que se ciña solo a las citas y ya no pueda recibir a personas sin turno previo; algunos residentes locales todavía tienen miedo de salir de casa, y ella también se siente más segura trabajando con gente a quien ya conoce, agregó.
De vuelta en la tienda, se sentaron detrás del mostrador a esperar. Con suerte verían pasar a dos o tres peatones en una hora, comentó Téllez, de 49 años, quien vive en el este de Los Ángeles. Algunos días, concretan ventas; otros, no entra nadie.La tienda abrió en Whittier Boulevard hace unos meses.
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