, era una de las turistas que estaba en Colombia cuando empezó la cuarentena por la pandemia ddecidió quedarse en un país cuya naturaleza enamora con facilidad., es prueba de que el virus, además de trágico, abrió la puerta para muchas experiencias e historias positivas.
En marzo, apenas empezó todo, yo no quise irme a Polonia, como hicieron algunos de mis compañeros, porque tenía la esperanza de que pronto podría seguir viajando.Y así hasta que nos quedamos ocho meses en un pueblo al lado de la playa sin poder nadar en el marPor qué la exuberante geografía de Colombia es a la vez una de sus mayores riquezas y de sus peores desdichasCon el tiempo se fueron yendo los turistas y solo quedamos algunos pocos.
Porque ninguno trabajaba, entonces pasábamos todos el día juntos. Nos sentimos como en vacaciones permanentes. Una de las experiencias más extraordinarias que tuve fue cuando fui a un pueblo de arhuacos, un grupo de indígenas que viven en la Sierra Nevada de Santa Marta y han tenido muy poco contacto con culturas occidentales.
Nos cobraban 50 dólares por cada uno de nosotros cinco. Cuando vimos las condiciones en las que viven los indígenas, decidimos no negociar nada, porque duermen en el suelo, cocinan en el fuego, no hay electricidad, ni gas, todo es muy básico; comen solo cosas que tienen ahí en su finca: yuca, plátano, arroz.
A ver si no sale el gobierno a defenderlo tambien.
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