En esta época de confusión ideológica, nada como regresar a los clásicos. Uno de ellos, central en el pensamiento de la Revolución francesa, que luego se extendió a buena parte del mundo, es el de Montesquieu. Su defensa de la división de poderes y de la autonomía del poder judicial lo convierte en una lectura indispensable el día de hoy.
Montesquieu también señala que cada uno de estos gobiernos tiene una naturaleza propia y un principio, que es lo que le hace obrar. En el caso del gobierno popular, además de la fuerza de las leyes y la fuerza del príncipe, se requiere un recurso esencial, que es el de la virtud. Por lo mismo, “cuando en un gobierno popular las leyes dejan de ser ejecutadas, como ello no puede venir más que de la corrupción de la república, el Estado ya está perdido”.
Están clarísimos los riesgos que una sujeción del poder judicial, respecto a cualquiera de los otros dos poderes, tendría para las libertades en el país. Y, sin embargo, vemos cómo hay la tentación de subordinar al poder judicial para convertirlo en un instrumento de su propia interpretación de la ley, de su propio revanchismo o de su propia idea de lo que debe ser la justicia.
🎙️ 'Montesquieu vivió en la época en la que las monarquías eran absolutas, pero eso no le impidió advertir sobre el peligro del despotismo, basado en el temor. Claro, dirán algunos, era un 'fifí'', la columna de Roberto Blancarte
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