Un señor le comentó a otro: ‘Tengo un único hijo. Se llama Sol’. ‘Nombre insólito a fe mía’ –dijo el otro, que usaba un lenguaje arcaizante–.
Hago del conocimiento de mis cuatro lectores que al final de esta columna viene un cuento de subidísimo color que las personas de moral estricta deben evitar a toda costa. Cumplida mi obligación de hacer esa advertencia paso a narrar otros relatos menos sicalípticos a fin de poner una nota de humor en la calígine que nos rodea... Un señor le comentó a otro: “Tengo un único hijo. Se llama Sol”.
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