En marzo de 2011 tuvo lugar el terremoto, seguido de un tsunami, que azotó Japón y provocó un desastre en la central nuclear de Fukushima Daiichi. Para evitar la liberación de material radiactivo al medioambiente fue necesario enfriar el combustible fundido con agua.
El agua de refrigeración se estuvo almacenando durante todo este tiempo en la planta nuclear con el propósito de descontaminarla para luego poder devolverla al océano, con la seguridad requerida por las autoridades sanitarias de acuerdo con las normas establecidas internacionalmente. El agua de lluvia y el agua subterránea que entró en contacto con en el reactor y con las turbinas dañadas también se almacenó. El agua contaminada se trató mediante un sofisticado sistema químico de separación que permitió eliminar todos los elementos radiactivos excepto el tritio. Tras ser analizada por el OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica) y probar que los niveles de tritio del agua están muy por debajo de los límites que establece la Organización Mundial de la Salud, se puso en marcha el vertido al océano Pacífico
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