se refugia en la oscuridad, lo sobrenatural, para escapar de la inevitable realidad, más aterradora si cabe porque es inexorable. Ineludible, como la vejez, el paso del tiempo, la muerte. «Cuando abordas una película desde el terreno de la lógica y las normas y límites que te impone la realidad, estás estrechando el terreno de juego. La fantasía y la magia, en cambio, te permiten ensanchar el campo», sostiene.
«La amenaza es mayor cuando se introduce un elemento inquietante en algo familiar y benévolo», asegura el director.Supongo que como a todo el mundo. Más que a la vejez, le tengo miedo a la dependencia, que es uno de los temas de la película, el miedo a no valerte por ti mismo y, sobre todo, a acabar siendo una carga para tus seres queridos. Creo que eso a todos nos aterra, pero nos aterra de distinta manera en diferentes momentos de la vida.Muchísimo.
Totalmente. Todas las películas son reflejo de su época y dialogan con el mundo en el que se producen, en el que se ruedan. Este caso creo que es un ejemplo extremo de eso. Esta película se ha resignificado después de la pandemia, porque no es lo mismo lo que significaba la palabra abuelo o abuela antes que ahora. Sabemos que es un colectivo especialmente frágil, vulnerable, y que lo que ha ocurrido ha sido un desastre de proporciones mayúsculas.
El terror te mete en un terreno de fantasía y escape de la realidad que además ayuda a mirar desde una óptica diferente, más poética, más alegórica, cosas que nos preocupan como sociedad. El terror es una válvula de escape de la sociedad que es necesaria. Especialmente en las salas de cine.
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