, el 6 de septiembre de 1969, debió ser impresionante. El redactor del diario francés ‘L’Aurore’ había llegado a Lisboa con el encargo de recopilar las novedades surgidas sobre, que había pasado una larga temporada en el hospital por un derrame cerebral. Ya le había entrevistado tres veces, así que usó sus contactos para reunirse con él de nuevo.
Efectivamente, sabía todo lo que ocurría en el mundo y nada de Portugal. Pensaba que su jefe de Estado, Américo Tomás, había asumido sus funciones cuando estaba hospitalizado, pero que luego había vuelto a ocupar su trono, como podía comprobar el redactor de ‘L’Aurore’.
En agosto su estado empeoró. En la primera reunión del nuevo consejo de ministros tras las vacaciones, celebrada el 3 de septiembre, el dictador se mostró ensimismado, silencioso y ausente. A la mañana siguiente, tuvo dificultades para firmar la correspondencia y por la noche sufrió una hemiplejia en el lado derecho. El día 16 fue operado de urgencia, pero ya era tarde.
Sus colaboradores más estrechos fingieron que seguían teniendo las mismas funciones, le entregaban correspondencia, le hacían creer que enviaba despachos a todo el imperio con instrucciones precisas, simulaban que la Policía investigaba a los opositores que él señalaba y le mostraban proyectos de infraestructuras que no se pensaban construir. Para el escritor, «el invento más surrealista fue hacer un único ejemplar del ‘’ para el dictador.
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