y muerte de su padre. Cruise siempre quiso ser piloto, pese a que por su altura , jamás pasaría el corte. Tal vez para curar su depresión, el actor se implicó de una manera obsesiva que le ha perseguido el resto de su carrera, hasta el punto de trabajar sin dobles de acción. No era el único monomaníaco. Scott quería hiperrealismo en las nubes.
Por supuesto, no bastaba con estar esculpido en mármol, había que exhibirlo: en escenas de ducha y vestuarios, en partidos de vóley-playa… Por el 35 aniversario, Cruise buscó una justificación al torneo en cuestión: “”. Pues vale, Tom.
El disparate era tal que hasta Tony Scott relegó a apenas unos nanosegundos de metraje a dos futuras estrellas del calibre de. Pero nada importó. El primer pase con público ya mostró que esa película iba a volar a la velocidad del sonido. Solo había un problema: hasta el menos avezado se dio cuenta de que la película desprendía un homoerotismo poco convencional para 1986.