“Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Así fueron Adán y Eva expulsados del Paraíso. Bien podrían estas palabras representar la revolución neolítica, ese trance en el que los cazadores-recolectores ligaron su sustento a un lugar: la invención de la agricultura. La tierra fue un amo tiránico, vaya que sí. El trabajo se hizo arduo y la dieta más uniforme y dulce, de ahí las caries.
, de la británica Carolyn Steel. Entre el carácter propositivo de uno y retrospectivo del otro, López Conde dibuja un recorrido en–donde existió ese lugar llamado Edén–Desde 2006, más del 50 % de los habitantes de nuestro planeta vive en entornos urbanos; en 2050, lo haráEn su primer tramo, el histórico, la muestra recurre al conocido.
Vista de la exposición con mesa inestable de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, 1993. Foto: Paula CaballeroLa multitud de propuestas que reúne López Conde apunta que volveremos a acercar los espacios de producción, hasta vivir en ellos.
: hasta un tercio de las cosechas del mundo se emplean hoy en alimentar ganado. Y desperdiciar menos comida: ahora mismo tiramos casi la mitad. Pronto empezaremos a consumir alimentos sintéticos. El Pacto Verde Europeo tiene entre sus objetivos una alimentación saludable y respetuosa con el medio ambiente. Está por ver cómo hacerla asequible. Aprender qué deleites podemos permitirnos es una pregunta tan antigua como el mundo.
La escalera del agua del Generalife, que ronda por las salas de Cibeles, posee una sencillez engañosa: aloja en su pasamanos una acequia, la línea de vida de un territorio, el caudal de sus cultivos. Arquitecturas como esta dan soporte al alimento en más de un sentido; son hermosas porque son esenciales. Tenemos que hablar más de ellas. De esa consciencia ética depende
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