A estas alturas del proceso político ya no hay lugar para sesudos debates programáticos. Todo se ha reducido a trabajos de redes electrónicas, tendencias y falsas noticias. Todo ello es la expresión de la miseria de nuestra cultura polítical principal deber de un ciudadano es acatar la constitución vigente.
Pero algún genio inventó que la diferencia de votos debe ser muy amplia entre el ganador y el perdedor, para inhibir furruscas o impugnaciones. Quizás recuerdan la elección presidencial de 1970, cuando la escasa diferencia de 63.557 votos justificó la puesta en marcha de la creación de un nuevo grupo guerrillero y acusaciones de fraude electoral.
A estas alturas del proceso político ya no hay lugar para sesudos debates programáticos. Todo se ha reducido a trabajos de redes electrónicas, tendencias y falsas noticias. Todo ello es la expresión de la miseria de nuestra cultura política. Así que lo que corresponde a los ciudadanos es acudir a las urnas y depositar su voto secreto, invocando serenidad. Y que gane el candidato que obtenga la mayoría de los votos.
Tendremos entonces la oportunidad de evaluar si las promesas de cambio eran pompas de jabón, y si nos equivocamos. El cambio, como se sabe, no tiene una connotación positiva o negativa, porque depende de una evaluación en el largo plazo. Los cambios introducidos en el sistema de instrucción, por ejemplo, han mostrado con el tiempo sus negatividades. Al eliminar los saberes disciplinarios y ofrecer competencias, nos quedamos sin el pan y sin el queso.