Cuatro congresistas de distintas orillas políticas han renunciado a sus partidos en estos últimos días: Roy Barreras, Armando Benedetti, Jorge Robledo y Rodrigo Lara. Seguramente, la lista no se detendrá ahí.
Esto se debe a la poca influencia que los partidos tienen sobre los votantes. De hecho, la mayoría de candidatos tienen sus propias maquinarias o un reconocimiento individual que les permite recaudar votos con independencia del partido al que pertenezcan. En este marco, la política partidaria colombiana está entrando nuevamente en un escenario de transición, caracterizado por un reacomodamiento de políticos con cierto reconocimiento en la arena nacional. Esto rompe con un período de estabilidad relativamente largo.
Aunque en los últimos años ha habido una aparente estabilidad en el Congreso, cuando se sigue atentamente la política local en Colombia, se hace evidente que la competencia electoral es menos ordenada de lo que parece. Si bien Toro es una reconocida dirigente y ahora directora única del Partido de la U, no depende de él. Por ahora, el Partido de la U ha sido un vehículo útil para realizar sus ambiciones y la conecta con otros personajes importantes de la política nacional. Pero esto podría cambiar rápidamente —aunque no en el corto plazo— sin que sea ¨traumático¨ para ella o para el movimiento que lidera.
Por eso, lo que para algunos podría parecer hoy un escandaloso caso de doble militancia o el ocaso de los partidos, es muestra más bien de la realidad de la competencia electoral, que desde hace mucho tiempo no se rige apenas por líneas de división partidarias.
El Espectador otro de los agradecidos benefactores de Santrich
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