Un partido está lleno de promesas. Pagamos una entrada o encendemos la tele con la esperanza de que se hagan realidad, pero nadie la asegura y muchas veces no se cumplen. Salvo cuando un Super crack se apodera de la escena y atrae las miradas, las expectativas, las ilusiones de los suyos y el terror de los rivales. Suelen ser una garantía.
Cuando Remiro descubrió el engaño ya era tarde. La eliminatoria había terminado. Mbappé sabe esperar. Recostado sobre la izquierda , parece ajeno al partido hasta que un balón lo convoca y, entonces, como perro al que le tiran un hueso, arranca con decisión y entusiasmo para mostrarnos un repertorio riquísimo.