De los capítulos precedentes podemos rescatar dos conclusiones. Primero, la convertibilidad obtuvo en sus primeros diez años de vida resultados macroeconómicos similares a los de la dolarización ecuatoriana, en un contexto internacional más adverso. Lo cual sugiere que, si la convertibilidad hubiera sobrevivido, el desempeño de la economía argentina en los últimos veinte años habría sido al menos tan bueno como el de la ecuatoriana.
Cavallo cree que una dolarización en 1999 o 2000 hubiera agravado la crisis de 2001. La experiencia ecuatoriana sugiere lo contrario.
Se pueden hacer varias observaciones a este argumento. Primero, en Ecuador en 2016 los precios del petróleo habían caído prácticamente a la mitad con relación a 2012 y el déficit financiero ascendía a 8,2% del PBI. Sin embargo, no hubo devaluación, ni corrida bancaria, ni default, y los depósitos bancarios no fueron acorralados, ni congelados.