Las personas que nos encontramos casi todos los días a la misma hora en la máquina de café de la oficina; los dueños de perros que los sacan a pasear a la noche en un horario parecido al nuestro; las madres y padres de compañeros de nuestros hijos a los que vemos a la salida del colegio: la sociología tiene un nombre para este tipo de relaciones, que comenzaron a estudiarse con seriedad hace casi 50 años.
Y eso tuvo un costo elevado. Hay esfuerzos desde la economía y las ciencias de la vida para tratar de cuantificarlo y precisarlo. Previo a la pandemia, un estudio de Harvard halló una fuerte correlación entre la soledad –no tener amigos– y la presencia en sangre de un tipo de proteína relacionada con las crisis cardíacas.
El estudio saltó a la fama por la cuantificación que describió del impacto en el bienestar: “Tener 10 o 12 amigos menos equivale al mismo riesgo que fumar regularmente”.
Antes de Deaton y Case, la economía de la felicidad puso el ojo en el bienestar emocional que generan las relaciones de amistad. Una década atrás en la Universidad Nacional de La Plata se hizo un estudio al respecto, que dio que los niveles reportados más altos en felicidad se dieron, justamente, en las reuniones con amigas y amigos.
Para las relaciones en redes sociales, la evidencia es mucho menos clara. Primero, porque como demostraron años atrás Bernardo Huberman, Daniel Romero y Fang Wu en una investigación sobre economía de la atención, las amistades “reales” en redes como Facebook no son más de 20 o 30, aun para aquellos con millones de seguidores.