Compradores de pan en los años 90 eligiendo teleras en una panadería capitalina. Archivo EL UNIVERSAL.ocupa un lugar en el imaginario colectivo de la identidad capitalina, tiene presencia en cada colonia de la Ciudad de México y nos acompaña en desayunos, comidas, meriendas o cenas, incluso hasta se recomienda “un bolillo para el susto”.
Pan para el consumo diario: telera y pan español a 20 y 30 centavos en marzo de 1994. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.—entre ellos el bolillo y la telera— y su consumo en todos los niveles sociales.
En 1940 colaboradores de este diario opinaban que la política en México resultaba más interesante que la nutrición del pueblo y crecía en sentido inverso del pan, pues cada vez se reducía de tamaño y se pagaba lo mismo por él: “se les concede el término de “el gobierno subsidiaría parte de la harina Al interior de la Revista Mañana se podía leer la siguiente descripción: “No se trata de una dieta preparada por un médico, muy equilibrada, sino de una canasta con 200 bolillitos y otra con gráficos aunque apetitosas campechanas y chilindrinas. Mala suerte será que tenga que doblar la esquina y sienta comezón al mismo tiempo, o simplemente que se le atraviese un perro, porque entonces tendrá que sacudir con la camiseta la mercancía”.
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