como el Minotauro en su laberinto o escoltado por un par de 'carabinieri' mientras sale a tirar la basura, a le gusta recordar ese momento final de 'Papillón' en el que Steve McQueen abandona la isla hecho un guiñapoo al grito de «¡Malditos bastardos, todavía estoy vivo!».A pesar de todo. A pesar de las amenazas y el miedo.
seguridad. «De pequeño quería una vida como Hemingway y en cambio vivo escondido, encerrado en casa. Me tengo que camuflar. Si viajo me tengo que cambiar el apellido», explica ahora Saviano desde el otro lado de la pantalla.Por razones más que evidentes, el lugar en el que se encuentra el escritor italiano es alto secreto. A su espalda, estanterías, libros y lo que parece una caricatura. Unos guantes de boxeo y un San Genaro.
Nada más empezar el libro, por ejemplo, Saviano habla de su hermano, un enfermero que se tuvo que mudar al norte de Italia en cuanto empezaron a llegar las primeras amenazas. También recupera un encuentro conen el que el autor de 'Los versos satánicos' le dijo algo que, explica, tardó años en comprender.le advirtió Rushdie. Y, en efecto, esa culpa no tardó en aparecer.
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