Dinosaurios de goma

S

oy un escritor afortunado. Dos editoriales me reeditan, de cara al año próximo, los dos primeros libros que escribí: un estudio de crítica literaria, Joan Perucho i la literatura fantàstica (1989) y un libro de creación, La fàbrica de fred (1991). El, digamos, problema, es que la lengua no me gusta nada: los he reescrito de arriba a abajo, no he dejado ni una frase en pie. En el famoso 1968 tenía cinco años y me llevaron al colegio. Aprendí catalán, sí, pero las clases eran en castellano, los amigos catalanes hablamos castellano entre nosotros durante bastante tiempo. Cuando tenía catorce o quince años empecé a traducirlo todo. Iba a clase de historia o de ciencias naturales, que se daban en castellano, y tomaba los apuntes en catalán. Era el único que lo hacía. Así me fui encontrando la lengua con la que empecé a escribir. Una lengua muy poco vivaz. Y que, al estar apuntalada con lecturas autodidactas, era muy poco natural. En la Universitat de Barcelona de principios de los ochenta, la lengua de cultura era el francés postestructuralista, tan ceremonioso y postizo. Y cuando escribíamos, queríamos parecernos a los hermanos mayores de la contracultura, el textualismo y la literatura experimental. El resultado era un catalán que cuando escribías ensayo llevaba camisa de fuerza. Y cuando hacías cosas de creación era tan retórico y tan enmarañado que costaba seguir el hilo.

¿Como deshice el nudo? Primero, leyendo a Monzó, que fue un modelo de claridad. Después tuve la suerte de empezar a trabajar en un periódico. Tenías que escribir rapidito y debía entenderse porque si no, no pasaba el filtro del jefe de sección y del redactor jefe. Después me metí en el mundo de las exposiciones, con Lluís Monreal, que venía de la Fundación Getty y tenía una idea americana de la comunicación cultural. Y finalmente, me pasé un año en la Biblioteca de Catalunya leyendo prensa republicana . A los diez años de escribir semanalmente crítica literaria en La Vanguardia, en castellano, quise publicar un volumen con los mejores artículos (sigue inédito). Me pasé dos años traduciéndome. Enseguida me dí cuenta de que me faltaba lengua. Leía a Pla, Ruyra y, sobre todo, a Sagarra, y confeccionaba listas de expresiones utilizables. Por ejemplo: una resposta que tanca de cop (como una puerta). Me la apropiaba y decía que el final de una novela tanca de cop. Descubrí que se podía escribir un catalán coloquial que no fuera triste ni pobre, el catalán que había oido hablar a mi madre y a mi abuela y que –¡oh!– se parecía mucho al catalán de los escritores que admiraba.

Cojo la frase original de J oan Perucho i la literatura fantàstica: “Fantasies pseudocientífiques sense cap credibilitat i monstres que travessen les ciutats i les sembren de destrucció amb la seva còrpora de cartró-pedra, són l’escàs bagatge d’un període on el cinema fantàstic es degrada fins a extrems inimaginables deu anys abans.” Y traduzco: “Les pel·lícules d’R.K.O. dels anys quaranta i cinquanta són fantasies pseudocientífiques, amb dinosaures de goma que travessen les ciutats i escampen la destrucció pels carrers: no gaires pel·lícules, i de patacada”. Qué contento escribo.

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