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CRÍTICA

Porno y gore en 'X', una película de terror disfrutona y diferente

Una de las sangrientas escenas de 'X'

Javier Zurro

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El cine de terror está de moda. Quizás siempre lo ha estado, pero en los últimos años ha sufrido una legitimación gracias a nuevos directores que han rescatado eso que muchos llaman 'terror elevado'. Películas que mezclan lo autoral y el género de una forma magistral, y que han conseguido varias de las obras más estimulantes del cine reciente. Jordan Peele, Ari Aster o Robert Eggers, ahora en salas con El hombre del norte. También se ha producido esta revolución gracias a la llegada de directoras a un género que hasta ahora estaba hipermasculinizado. Rose Glass, Jennifer Kent, Ana Lily Amirpour y, cómo no, Julia Ducournau, que conquistó la Palma de Oro con un filme tan provocador y tan 'Sitges' como Titane.

Nombres que también han provocado una tendencia a que todo lo que se produzca dentro del terror tenga que tener ciertas pretensiones, ser un discurso encendido sobre algún tema de la agenda social o política. El terror, de alguna forma, siempre ha plasmado los miedos de la sociedad aunque no lo hicieran de forma evidente. Pasaba en las películas de zombies de George A. Romero y ha pasado hasta la actualidad. No siempre hace falta poner el “mensaje” en el centro de todo. De alguna forma, parece que todavía los directores de terror tienen que ponerse serios para que la crítica, los festivales y parte del público los tenga en consideración. Eso ha provocado cierta homogeneización reciente en los títulos que llegaban.

El director Ti West tiene muy claro que eso del terror elevado no va con él. O, al menos, no de momento. Curtido en apuestas que beben del cine de serie B (o incluso Z) al que siempre homenajea, ahora dirige otro filme que llega como un soplo de aire fresco por, precisamente, no querer ser más importante de lo que es. X es una película de terror realmente divertida. Un slasher juguetón, lúdico y lúbrico que en su fondo tiene un mensaje sobre la represión sexual, sobre los monstruos creados bajo conceptos como la culpa y el pecado. Pero él no se empeña en convertir X en un tratado sobre ello sino que lo plantea como contexto, como fondo para su festival de escenas gore que funciona a la perfección.

X es una película que es un homenaje al cine de terror de la época en la que se ambienta, 1979. Hay una herencia clara de La matanza de Texas (1974) en su premisa, la de un grupo de jóvenes que llega a un pueblo perdido de la América profunda donde son amenazados por un extraño que va masacrando sin piedad a todos ellos y con las tácticas más sádicas y sangrientas posibles. West tiene la idea de juntar el cine de terror de la época con otro bum surgido en los 70 y que no se había mezclado con el terror, el del cine porno. A finales de los años 70, la llegada del vídeo doméstico supuso un verdadero bum para la pornografía, que pasó del ostracismo de las salas X a la intimidad de las casas. Los protagonistas de X son unos pioneros que ven el negocio en este cambio y deciden aprovecharlo. Las ansias capitalistas como punto de inflexión hacia su propia muerte.

Hay también otro homenaje claro, y es a Garganta profunda pero, más que a la película en sí, a su protagonista, Linda Lovelace. La protagonista de X —a la que interpreta con la mezcla perfecta de inocencia y garra Mia Goth— es una joven que podría ser un trasunto de Lovelace. Dos jóvenes criadas en un ambiente familiar represivo, que escapan del hogar familiar gracias a los clubs de estriptis y, finalmente, y gracias a un proxeneta como novio, al porno. En el sexo y en su cuerpo ven una forma de alcanzar el sueño americano que les han vendido. La protagonista de X ansía lograr su casa, su coche y su independencia, y utiliza el sexo como forma de reclamar lo que le han dicho que es suyo.

El tema de la sexualidad reprimida está presente y una de las aportaciones más originales y sorprendentes es descubrir que la persona que asesina es alguien que lo que tiene es muchísimas ganas de tener sexo tras años de contención. Mejor no aportar más datos para no desvelar una sorpresa que, aunque no lo sea tanto, sí que supone un giro divertido, socarrón y con mala leche. Las bajas pasiones como motor desencadenante de una sangría.

West se las apaña para construir tensión poco a poco y, hasta que no pasa casi una hora de metraje, no se produce la primera muerte. Eso sí: una vez llega la primera el resto no tardan en venir. Lo hacen en un crescendo violento y gore. Hay vísceras, sangre, ojos que saltan y cabezas que explotan. También ironía y humor negro. Solo hay que ver la forma en la que acaban los “malos” de la función. 

Es una pena que el director recurra tanto al manido recurso de subir el sonido y la música para asustar. Sobre todo, cuando su puesta en escena no es efectista sino elegante, minuciosa y hasta pausada para un slasher en 2022. Por eso, los portazos, efectos sonoros y demás trucos de principiante para levantar del asiento al espectador debería haberlos controlado. No aportan: aquí la gente no viene a asustarse, viene a disfrutar con la mezcla de sexo, sangre y muertes cada vez más rocambolescas. X da lo que promete, diversión honesta y mucha hemoglobina.

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