Javier Rey: "Pongo a Valerón a la altura de Zidane"

El actor gallego presenta la película 'La cima', donde interpreta a un escalador

"Mi sueño era llegar a ser ciclista profesional y por un momento lo vi posible", asegura

Javier Rey, el actor presenta La cima

Javier Rey, el actor presenta La cima / La cima

Dídac Peyret

Dídac Peyret

De pequeño fantaseaba con ganar el Tour, pero terminó siendo actor. Conocido por sus papeles en series como ‘Velvet’ o ‘Fariña’, presenta la película ‘La cima’, donde interpreta a un escalador empeñado en coronar el Annapurna. 

Supongo que uno no se levanta un día en un pueblo de la costa gallega y se dice: ‘Quiero ser actor’....

[Sonríe]. Yo era de esos chavales que no sabían muy bien qué hacer con su vida. No sentía que tuviese una vocación ni un talento especial. Siendo adolescente, cuando pensaba en qué quería ser de mayor, era como cuando viene el coco. 

¿No tenías ninguna aspiración de las que solo ves posible cuando eres pequeño?

Mi sueño era ser deportista profesional. Ser ciclista. Lo intenté pero no pudo ser. Luego se cruzaron las personas adecuadas en mi camino que se dedicaba a la actuación. Ahí aprendí que era un oficio, porque donde yo vivía nadie se dedicaba a eso. Entonces fue cuando me vine a vivir a Madrid para formarme. No me levanté un día y dije de repente:‘mamá, quiero ser artista’.

¿Qué hizo que te metieras en el mundo del ciclismo?

Yo seguía a mi hermano. Si se hubiera tirado de algún sitio, me habría tirado detrás de él. Mi hermano quería hacer ciclismo y yo fui detrás. Al final mi hermano hablaba de Perico y yo también. Luego la fase de Indurian, Bugno, Pantani... aquellos tours de Francia. Recuerdo entrenar con el Club Ciclista de Noia por las tardes y después ver el Tour. Fueron veranos increíbles. Todos mis amigos en la playa y yo con moreno de ciclista con el mallot y las piernas afeitadas. Era maravilloso. Durante un momento me creí que podía ser ciclista profesional, pero fue solo un momento. Por unos meses, creo.

¿Tenías motivos para creer que era posible?

Sí, una enorme ilusión e inconsciencia de mis propias posibilidades, básicamente [sonríe]. En el ciclismo, si no tienes una genética fuera de serie y no has entrenado al límite, nunca serás un ciclista profesional. Y no hablo de ganar una vuelta. Hablo de llegar a profesional. En el fútbol conviven en el mismo espacio uno que mide 1’90 y otro 1’60. Gente que es muy lenta y otra que es rapidísima. En el ciclismo solo vales si eres una máquina cardiovascular.

Con el paso de los años y el impacto del doping... ¿Ha cambiado mucho tu mirada sobre el ciclismo?

Lo sigo romantizando. El deporte es el mismo. Tramposos ha habido, hay y habrá. Los ha habido siempre, pero el deporte está ahí. Y, luego, aparte de la gente que compite, está la gente que sale a dar una vuelta con la bici. Es un deporte precioso, siempre lo digo. Yo también corro, pero lo que me gusta del ciclismo es que el radio de conocimiento geográfico con la bici es más enriquecedor.  

¿Qué ciclista te fascinaba más?

Si me pongo a pensar, probablemente una crono de Indurain. Esos años de crono donde se normalizó tanto que fuera una bala. Lo tengo grabadas a fuego en mi imaginario de felicidad veraniega. 

Más allá del ciclismo, ¿eres muy futbolero?

Soy muy futbolero. Yo me crié con el ‘Superdepor’. Me acuerdo de pequeño, después de 18 años en Segunda, de repente ocurrió el Superdepor. Me acuerdo de los Mauro Silva, Bebeto, Aldana, Manjarín, Martín Vázquez... y más tarde Rivaldo. Fueron unos años de locura, donde un equipo como el Depor le plantaba cara a todos y era capaz de llegar a unas semifinales de Champions. Hay una parte romántica en ser de un club que solo gana de vez en cuando. Disfrutas mucho más cuando ganas y no te frustras tanto cuando no lo haces. Hay más motivos para disfrutar. A mí, ser del Depor, me gusta mucho y ahora que estamos en Segunda B, todavía más. 

¿Qué fue más traumático el penalti de Djukic o la salida de Rivaldo?

Bajar a Segunda B. Lo de Rivaldo son cosas que pasan. El Depor siguió siendo el Depor cuando se fue. Esas cosas se curan. Perdimos a Rivaldo pero, hay un jugador que casi nunca se nombra del Depor, que para mi es de los mejores jugadores de la historia, y es Juan Carlos Valerón. Creo que no he disfrutado nunca tanto del fútbol como viendo a Valerón. Ese señor movía solo un equipo entero. Era una bestialidad. Es de esos tipos que los ves jugar y dices: ‘qué fácil es jugar al fútbol’. Piensas que puedes hacer lo mismo pero no es verdad. Yo lo pongo a la altura de un Zidane. 

En ‘La Cima’ te metes en la piel de un escalador empeñado en coronar el Annapurna. ¿Has conectado con el personaje?

He conectado muy fuerte. Porque al final, incluso si quitamos la montaña como elemento físico, para mí una de las grandes lecciones ha sido poder hablar con gente como Jordi Tosas o Nacho Segorbe, que son gente que han subido ochomiles y han estado con nosotros para explicarnos. Cuando no estás conectado con gente que hace esto, puedes simplificarlo todo con lo de la adrenalina, pero no es así. Es algo casi filosófico, de conversación con la montaña. Hacer cima va mucho más allá del mero hecho de hacer cima. Y, cuando empecé a comprender la magnitud de hacer una cima, que cada uno lleva una cima dentro, fue un viaje bastante importante a nivel emocional. Llegué a comprender que yo, en su situación, probablemente habría hecho lo mismo que el personaje.

Viendo la película se sufre bastante, ¿cómo de duro fue el rodaje a nivel físico?

La realidad es que nosotros también sufrimos [sonríe]. Lo más duro para mí, para Patricia y para todo el equipo, fue pasar frío. No era el frío de salgo un rato a la calle, era un frío de muchas horas. Si miras las secuencias, los personajes sacan vaho por la boca; no son efectos especiales. Y luego, además, la cosa se complica porque son dos personajes difíciles de interpretar. Cuentan una cosa pero sienten otra muchas veces por la mochila emocional que llevan. En general fue un rodaje duro y angustioso. 

Qué te da más felicidad y qué te la quita de tu profesión...

Lo que más felicidad me da es cuando estás rodando y sale bien una escena. Lo que pasa es que una película se conforma de 100 secuencias y al final una liga son 38 jornadas, no basta con tener un partido bueno. Pero, esto mismo que me provoca felicidad, a veces me la quita. A veces, es muy bonito todo como en La Cima, donde he visto atardeceres increíble que jamás que viviría si no hubiera participado en esa película, pero también he vivido situaciones de estar relativamente solo en un hotel después de muchas horas de trabajar pasando frío.

¿La parte de exponerse tanto es la que más te costó como actor?

Yo no siento que me expongo cuando actúo, yo siento que crezco. La vida sería muy aburrida si siempre me quedara en una zona donde sintiera que lo tengo todo muy amarrado. Para mí eso sería aburrido, me gusta ir cambiando todo lo que pueda. No siento un riesgo porque al final lo que hoy no sabes hacer, si le echas horas, mañana sí sabrás hacerlo.