Rossy de Palma, o cómo echarle narices al talento

La actriz Rossy de Palma consiguió convertir prominente nariz en un activo fundamental de su carrera. La autoestima, el talento y el asombro ante el qué dirán fueron las claves
Rossy de Palma
Rossy de Palma‘Collage’: CNX. Foto: Getty Images.

Entre Pedro Almodóvar y Manuel Piña inventaron su nombre artístico. Jean Paul Gaultier la convirtió en su musa latina. Y Christian Louboutin la pone, siempre que puede, diez centímetros por encima del suelo. La de Rossy de Palma (nacida en Palma de Mallorca, en 1964, como Rosa Elena García Echave) no es una historia como las demás.

Su prominente nariz, de la que siempre (al menos desde que saltó a la fama) se ha sentido tan orgullosa que prácticamente todos sus retratos son de perfil, ha permeado en la cultura popular europea hasta convertirse en estrella por sí misma. Quizá ese sea su gran valor: alzar a rasgo definitorio y singular lo que otros esconderían u operarían por considerarlo defecto. “Mi nariz me ha dado complejidad. La gente se reía de ella y yo, mientras, analizaba por qué juzgaban”, confesaba la vedette multidisciplinar a Juan Sanguino el pasado verano en El País.

Almodóvar la vio por primera vez cuando ella formaba parte de la banda Peor imposible, y decidió darle un pequeño papel en La ley del deseo, como locutora de televisión. No quiso que nadie la tocara, prefirió que ella sola performara su personaje (y sí, performar es un verbo que de Palma, capaz de hacerse el hairdo y el maquillaje en 15 minutos, conjuga especialmente bien). Su siguiente aparición cinematográfica estelar fue en Mujeres al borde de un ataque de nervios, una cinta en la que un gazpacho con orfidales la tumbaba en el sofá. Tras quejarse al manchego, éste hizo que el personaje tuviese un sueño en el que perdía la virginidad. “En España, siempre me han conocido por mi apariencia. La gente dice: ‘Sí, es esa con una cara rara que le gusta tanto a Almodóvar", se definía a sí misma la propia actriz en una entrevista con WWD en 1994 con motivo del estreno de Kika (y el rodaje de Pret-à-Porter, de Robert Altman, en la que también participó) en la que el medio especializado la definía como una de las mujeres más frightening beautiful del mundo. “Quizá para unos soy muy guapa, y para otros muy fea. Pero ese es su problema, no el mío". 

Lo del rostro picassiano (ya no solo por su nariz, sino también por la estructura de su boca y la altura desigual de su mirada) es un cliché que la ha acompañado toda su carrera. En 1995, la revista Semana apuntaba que su rostro podría ganar el récord Guinness de la feúra. “Ella define así el secreto de su éxito: ‘Tienes que gustarte a ti misma para venderte’”, terminaba la revista en un reportaje sobre feas atractivas. En 2017, cuando realizó su propia colección de maquillaje con M·A·C Cosmetics, la firma canadiense la presentaba de la siguiente manera: “La belleza única, como un Picasso, de Rossy de Palma y su alma creativa y desinhibida la han convertido en la musa más original del arte, la moda y el cine españoles. Su alegría de vivir es ahora capturada en su colección de maquillaje colorido MAC. El pack de edición limitada presenta el glamour romántico de Rossy y las paletas que representan sus ojos, nariz y labios se unen para formar una visión cubista invencible".

Además de actuar y cantar, de Palma también ha ejercido de modelo en muchas ocasiones. En 2017 se subió a la pasarela de la mano de Palomo Spain (para la colección Hotel Palomo) y tres años más, en el desfile de despedida de Jean Paul Gaultier (HC 2020), con quien tiene una longeva relación, se comió al respetable enfundada en un encorsetadísimo body blanco y negro tan ceñido que rebosaba sensualidad (por los flancos de los muslos, principalmente). Al ser preguntada por la ‘polémica’ de participar así en un desfile, la artista quitaba importancia a la anécdota en el diario El Mundo: “¿Por qué? ¿Porque el body se quedó un poco escotado de abajo y se me vieron cuatro pelos? ¿Qué importa?”. En esa misma entrevista, confesaba tranquila que ya nadie le preguntaba si tenía intención de operarse la nariz: “Ya no me lo dicen. Hace muchos años. Si hubiera tenido las orejas grandes, me las habría operado, pero la nariz nunca me ha molestado”. Por su parte, el enfant terrible de la moda, ha dicho de ella cosas tan bonitas como que “su belleza tan particular y su vibrante personalidad hacen que sea una de mis musas más inspiradoras”.

Rossy de Palma es esa artista multidisciplinar (igual no lo hace todo bien, pero lo hace con ganas, optimismo y altas dosis de carisma y autoestima que transpiran por todos los poros de su piel) que ha sabido brillar a pesar de las eventualidades que se le pudieran presentar. La nariz podría ser la primera que salta a la vista (ella se empeñó, por narices, en que eso no era un hándicap, y no lo fue), el envejecer en España podría ser otra (viajó a Francia e Italia cada vez que dejaban de ofrecerle papeles locales, y también creció allí como estrella). Nada la ha frenado. Nada le quita la ambición. Nada le turba su camino. Si eso no es un modelo a seguir

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