SALUD

Por qué es más necesario que nunca hablar de la violencia obstétrica

La OMS y la ONU consideran que la violencia obstétrica en embarazo, parto y puerperio es una práctica generalizada. Las expertas opinan: ponerle nombre es fundamental para prevenirla y erradicarla
violencia obsttrica
Silvia Tortajada

“La violencia obstétrica se define como una forma específica de violencia ejercida por profesionales de la salud (predominantemente médicos y personal de enfermería) hacia las mujeres embarazadas, en labor de parto y el puerperio. Constituye una violación a los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres”. La definición la dio el año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ya en 2014 (aunque sin mencionar el término violencia obstétrica) alertaba al planeta de la necesidad de prevenir y erradicar la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud. “En esta definición la OMS incluye: el trato deshumanizado, la humillación, la agresión verbal, los procedimientos médicos coercitivos o no consentidos, la falta de confidencialidad, el hecho de no obtener el consentimiento plenamente informado, la negativa a suministrar medicación contra el dolor o las graves violaciones de la intimidad. También se incluye en este concepto la medicalización innecesaria y prácticas o rutinas institucionalizadas que ya la evidencia científica ha demostrado que son perjudiciales: inducciones de parto innecesarias, episiotomía sistemática, cesáreas innecesarias, separar madre-bebé sin justificación médica”, interviene la ginecóloga Miriam Al Adib Mendiri, autora de los libros Hablemos de nosotras y Hablemos de vaginas (ambos de Oberon).

En 2019 era la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la que ponía por fin el término en negro sobre blanco en un documento oficial, señalando que en países como España se realizaban hasta un 89% de episiotomías (sí, mencionaban también eso del ‘punto para el marido’) sin informar correctamente a la mujer. Y recordaban que la maniobra Kristeller (la presión manual del fondo uterino durante la segunda fase del alumbramiento), ampliamente utilizada en muchos países, ya no estaba recomendada por la OMS. En aquel informe se recogían también algunas declaraciones de mujeres que alegaban que en el paritorio les habían dicho cosas como “No lloraste cuando lo hiciste, abre las piernas o tu bebé morirá y será tu culpa” o "No lloraste cuando tenías dentro el pene, ¿por qué gritas ahora?". La alerta de este organismo internacional llevó a que la OMS destacase la seguridad materna dentro de los 5 Objetivos del Día Mundial de la Seguridad del Paciente de 2021 y que, probablemente, el Gobierno de España plantease legislar la violencia obstétrica como violencia contra la mujer, dentro del marco de su renovación de la Ley del Aborto.

La violencia obstétrica, por lo tanto, aún no está tipificada en España. Sin embargo, el mero hecho de que el término se haya verbalizado en voz alta, ha alertado a muchos profesionales de la salud. No necesariamente en positivo. La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) incluso lanzó un comunicado considerando excesivo su uso: “Nos parece inapropiado, tendencioso e injusto el término ‘violencia obstétrica’ por su significado jurídico doloso, como intención de causar daño, ánimo de lesionar, empleo de fuerza o amenazas, tipificable penalmente, que debemos rechazar por completo. No debe confundirse en modo alguno la praxis inadecuada con las expectativas de parto no cumplidas. Sin embargo, es un término que ha permitido poner de manifiesto las experiencias desagradables de muchas mujeres y posicionarlo en el debate público. La S.E.G.O. considera que la buena praxis debe basarse en la formación de los profesionales en competencias técnicas y de comunicación, en la información a las pacientes y en la documentación de la historia clínica". 

Para muchos especialistas el problema se reduce a algo mucho más simple: todo el mundo está en contra de la violencia obstétrica, pero hay quien la practica sin darse cuenta. Es ese desconocimiento el que la acaba por convertir en algo generalizado. “Se ha normalizado e interiorizado de tal forma que no somos conscientes de ella”, lamenta Al Adib “Por eso es tan necesario ponerle nombre a las cosas, sería una oportunidad para que podamos mejorar en la atención en el parto y para que aquellas mujeres que han tenido secuelas por la violencia obstétrica puedan iniciar su proceso de reparación. Hay casos de graves problemas psicológicos por este motivo que, en lugar de ser conscientes de lo que les ha pasado, se sienten tremendamente culpables precisamente porque no tienen una explicación, no tienen palabras para nombrar, y han creído que es lo normal en el parto. En cada sociedad y en cada época existen formas de violencia que son normalizadas, invisibles, lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominó violencia simbólica". 

“Y no solo afecta a las mujeres, también a sus parejas, que asisten de manera pasiva a situaciones altamente estresantes”, interviene la psicóloga perinatal Natalia Valverde, directora de Gimeno Prado y Valverde. “Hay que tener muy en cuenta (y esto se lo explico a los sanitarios en los cursos que doy en la Comunidad de Madrid) que la mujer en la etapa perinatal se encuentra en un estado de cierta fragilidad psíquica, ya que durante el embarazo y posparto tiene lugar un fenómeno llamado transparencia psíquica por el que los sucesos traumáticos o difíciles vividos y no resueltos vuelven a afectarle (en forma de recuerdos o sensaciones y emociones). Es importante pensar que la mujer embarazada necesita un cuidado sensible y un sostén emocional, y que las vivencias de maltrato que sucedan en esta época pueden dejar huella para siempre”. Una sola advertencia: el cuidado sensible no es sinónimo de infantilizar a la paciente. “Ha de ser tratada como adulta capaz de tomar decisiones y dar su opinión (para eso se ha creado el plan de parto, que en muchas ocasiones no es respetado), así como ser tratada con respeto y sensibilidad”.

Por su experiencia, Caridad Jorquera, matrona en el madrileño Hospital Universitario de La Paz, considera que los profesionales saben de qué se habla cuando se habla de violencia obstétrica. “Todos reconocen que existe”, confirma. “Pero no reconocen practicarla, ni haber asistido a un parto violento y haberse quedado quietos sin intervenir. Además, quienes llevan muchos años en medicina y enfermería a veces no se dan cuenta de estar ejerciéndola, porque están arraigados en prácticas más antiguas”, lamenta. Sin embargo, opina que legislar sobre ella sería más contraproducente que simplemente formar adecuadamente a los sanitarios. “Hay una delgada línea que separa la violencia obstétrica de la mala praxis (algo que sí que está reglado) e incluso de la mala educación, imposible de legislar. Es un tema complejo porque en qué momento deja de ser mala educación y se convierte en violencia… o una mala praxis y entra en categoría de violencia porque es un parto”, cuestiona. “Más que legislar, habría que formar profesionales. Pongamos por ejemplo la tasa de episiotomías en España, que ha disminuido muchísimo en los últimos años. No ha habido una ley, sino muchísima formación del personal para atender partos sin practicarlas". Para Al Adib, que a principios de septiembre fue convocada por el Gobierno a una reunión telemática para abordar el asunto (junto con otros ginecólogos), el hecho de que la violencia obstétrica haya entrado en la agenda política es una oportunidad de mejora: “Todo este trabajo de visibilización facilitará que acabemos con ella”.

Su experiencia personal, como ginecóloga que reconoce no siempre haber sido capaz de identificar la violencia obstétrica, es parte de lo que la sociedad (y plataformas especialmente activas en este asunto, como El Parto Es Nuestro), reclaman: una reflexión más profunda por parte del sector médico sobre sus prácticas habituales. “Me costó entenderlo en su día. La primera vez que lo escuché lo negué, porque tienes la sensación de que aceptar esto es etiquetarte como si fueras una persona violenta, y yo no me considero violenta. Creo que es por esto que el término genera tanta polémica. Pero hay que ir más allá, no se trata de identificarnos como personas violentas sino que hay que hablar de prácticas violentas, y son violentas simplemente porque causan un daño tremendo las mujeres. Hay que entender que, en la mayoría de los casos, la violencia obstétrica es simbólica, completamente interiorizada tanto por la parte que la ejerce como por la que la recibe. Me impactó muchísimo cuando al fin me di cuenta que yo también estaba ejerciéndola. No era consciente de ello. Cuando empiezas a hacer una especialidad con veintipocos años te crees que todo es así tal cual lo ves, y si algo te choca piensas que eres tú la equivocada y no todo un sistema que funciona así. A esto súmale un ritmo de trabajo durísimo, donde asumes mucha incertidumbre, preocupaciones, siempre expuesta a posibles demandas… Pero cuando llegamos a entender realmente qué secuelas dejamos en las mujeres por culpa de nuestras prácticas y/o rutinas que están muy normalizadas, no nos queda otra que asumir nuestros errores y aprender a hacer las cosas de otra forma, más respetuosa con todo el proceso del embarazo y el parto. A mí, personalmente, me ayudó mucho conocer a fondo a través de las neurociencias y la epigenética lo vulnerable que es esta etapa de la vida para la salud física y mental (de ambos: madre y bebé) tanto presente como futura. Solo a esto le dedico un capítulo entero en mi libro Hablemos de vaginas”. La doctora Valverde no se cansa de hacer hincapié de la importancia del buen trato en consulta: “Cuando la mujer no es bien tratada, tanto ella como su pareja pueden tener más predisposición a desarrollar alguna psicopatología perinatal, como depresión, ansiedad, trastornos del vínculo con el bebé, estrés postraumático o psicosis. Lo más grave de todo es que es un abuso que se interioriza y normaliza, siendo habitual (hasta ahora, al menos) que no fuéramos ni siquiera conscientes de él, que pasa desapercibido incluso para quienes lo practican”. A su consulta acuden cada vez más pacientes por esta causa. “Lo veo como un dato positivo”, dice. Definir, delimitar y sacar a la luz el concepto de violencia obstétrica, en definitiva, nos ayuda a reconocerlo, prevenirlo y curarlo