Victoria Kent, la defensora de los derechos de los reclusos que fue cantada por Celia Gámez y murió en el exilio

Se cumplen noventa años del nombramiento como Directora General de Prisiones de Victoria Kent, abogada y diputada malagueña, que se convirtió en la primera mujer en España en ostentar un cargo semejante.

Victoria Kent en Londres, en 1933.

© Cordon Press

En noviembre de 1931 se estrenó en el Teatro Pavón de Madrid Las Leandras, revista musical protagonizada por Celia Gámez que incluía dos canciones que se convirtieron en éxito inmediato: Pasodoble de los nardos y El Pichi. De inspiración castiza los dos, el primero retrataba la vida de una vendedora de flores por la Puerta de Alcalá y, el segundo, a un chulo madrileño que, entre otras ocupaciones, se dedicaba justamente a eso, a chulear a las mujeres. “Pichi, no repara sacrificios / Las educo y estructuro / Y les saco luego un duro / Pa’ gastármelo en mis vicios”, decía una de las estrofas del tema que concluía con aquello de “Anda y que te ondulen / con la permanén, / y pa suavizarte / que te den col-crem. / Se lo pués pedir / a Victoria Kent, / que lo que es a mí, / no ha nacido quién”.

El col-crem era un forma popular de referirse al Cold-cream, ungüento que se utilizaba para deshacer la permanente. Por su parte, Victoria Kent era la Directora General de Prisiones, la primera mujer en España que desempeñó un cargo como ese, razón más que suficiente como para incorporar la referencia a un género como la revista, siempre tan atenta a los temas de actualidad.

Nombrada el 19 de abril de ese mismo año por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, desde que asumió el cargo, Victoria Kent tuvo como objetivo continuar la labor de humanización de la institución penitenciaria que había iniciado Concepción Arenal unas décadas antes. Entre otras decisiones, Kent eliminó los grilletes y cadenas con los que se ataba a los reclusos en las celdas, creó un cuerpo femenino de funcionarias de prisiones, mejoró la alimentación en las cárceles, permitió la libertad de culto dentro de los centros de detención y clausuró más de un centenar de penitenciarías porque sus instalaciones resultaban insalubres y denigrantes.

No obstante, su preocupación por los derechos de los reclusos no fue entendida por muchos de sus colegas —tanto sus compañeros de militancia como los políticos de la oposición—, que la consideraron un signo de debilidad. Dichas discrepancias derivaron en una intensa campaña de desprestigio de su persona, que fue apoyada por parte de la prensa de la época y que se vio agravada por una serie de fugas de reclusos en las que resultó clave la intencionada falta de diligencia de los funcionarios de prisiones. Finalmente, la situación se tornó insostenible y Victoria Kent se vio obligada a dimitir de su cargo el 4 de junio de 1932.

“En el Consejo de Ministros hemos ‘logrado’ por fin ‘ejecutar’ a Victoria Kent, director [sic] general de Prisiones. Victoria es generalmente sencilla y agradable y la única de las tres señoras parlamentarias simpática; creo que es también la única… correcta. Pero en su cargo de Directora General ha fracasado. Demasiado humanitaria, no ha tenido por compensación dotes de mando. El estado de las prisiones es alarmante. No hay disciplina. Los presos se fugan cuando quieren”, escribió Manuel Azaña en su diario al hilo de su dimisión. Una reflexión en la que, más que un análisis ponderado de los hechos, destacaban los prejuicios, el machismo y las intrigas políticas que buscaban que el cargo de la Dirección General de Prisiones fuera a parar, como así fue, a Vicente Sol Sánchez, exgobernador civil de Sevilla, muy bien considerado por la patronal y la oligarquía andaluza.

Kent contra Campoamor

Victoria Kent había nacido en Málaga el 6 de marzo de 1891, en el seno de una familia originaria de Irlanda y Gibraltar cuyos miembros se habían radicado en diferentes puntos de Andalucía. Criada en un ambiente liberal, sus padres le permitieron estudiar Magisterio y, posteriormente, viajar sola a Madrid para cursar Bachillerato e iniciar la carrera de Derecho en la Universidad Central.

Durante su estancia en la capital, Victoria se alojó en la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu y comenzó a tener contacto con los círculos políticos, académicos e intelectuales de la ciudad, en los que no pasó desapercibida. Licenciada en Derecho en 1924, fue la primera mujer en inscribirse en el Colegio de Abogados de Madrid y la segunda de toda España, después de Ascensión Chirivella Marín, miembro del colegio valenciano desde 1922. Pocos años después, Kent se convertiría también en la primera mujer del mundo en ejercer ante un tribunal militar para defender a uno de los detenidos por la Rebelión de Jaca de 1931 y, ese mismo año, fue elegida diputada de las Cortes republicanas.

De los más de 400 diputados que conformaban el hemiciclo en esa legislatura, solo tres eran mujeres: Kent, Margarita Nelken y Clara Campoamor, que tuvo una agria disputa con Kent en relación a la aprobación del voto femenino. Mientras que Campoamor defendía el sufragio para la mujer, la malagueña se mostraba contraria. “Doña Victoria Kent se levanta para decir que, a su juicio, el voto femenino debe aplazarse”, relataba el diario ABC, que reproducía fragmentos del discurso de la diputada: “Es necesario que las mujeres que sentimos el fervor democrático, liberal y republicano pidamos que se aplace el voto de la mujer”.

Según explicaba el diario conservador, la diputada defendía que su negativa no respondía a que considerase a la mujer menos capaz que el hombre, sino a una mera cuestión de coyuntura histórica. “Para defender un ideal, la mujer necesita la convivencia con ese ideal. La mujer necesita ver que la República ha traído a España lo que no supo traer la Monarquía: escuelas, laboratorios, etcétera. Cuando dentro de algunos años funcionen esas veinte mil escuelas que han sido anunciadas, la mujer será la más ardiente defensora de la República”, decía Kent, antes de matizar que: “no se puede medir a las mujeres españolas por el entusiasmo de algunas muchachas universitarias, tan entusiasmadas por la República. Si todas fueran así, yo me levantaría a pedir el voto femenino”.

Si bien el sufragio para la mujer acabó siendo aprobado, este enfrentamiento con Campoamor, sumado a su criticada labor como Directora General de Prisiones, desgastó la imagen pública de Kent, que no fue reelegida diputada en las elecciones de 1933. Aunque recuperó el escaño en las elecciones de 1936, el estallido de la Guerra Civil en julio de ese año provocó la suspensión de las sesiones parlamentarias y obligó a Kent a centrar su labor política en la creación de programas asistenciales para las mujeres e hijos de los soldados. "He estado en el frente, he hablado con nuestros milicianos, no tienen más qué una preocupación que ensombrece su alegría en la lucha: el estado en el que quedan los suyos. Quitémosles esa preocupación, dejémosles, porque tienen derecho a ellos, su alegría clara para el combate y, liberados de esa sombra, cobrarán reforzados arrestos para la lucha. Allí donde las fuerzas leales al Gobierno tengan los mandos, que todas las mujeres se den a la obra; organizad tantos refugios como sean necesarios hasta que no quede un niño abandonado: poned en marcha comedores para madres, adultos y ancianos. Esta es nuestra misión en estos momentos", apelaba en una de sus intervenciones a través de la emisora Unión Radio.

Tras ser nombrada Primera Secretaria de la embajada de España en París, Victoria Kent organizó corredores de evacuación para sacar del país a niños de la zona republicana que, al finalizar la guerra, serían devueltos al país. No obstante, la derrota del gobierno legítimo a mano de las tropas fascistas cambió los planes. Los niños no pudieron regresar y ella tuvo que permanecer en Francia, donde le sorprendió la ocupación alemana. A partir de ese momento, se vio obligada a ocultarse de las autoridades y vivir con una identidad falsa hasta que pudo abandonar Europa con destino a México. En el país norteamericano trabajó en tareas relacionadas con las prisiones —como la creación de la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones—, antes de viajar a Argentina como paso previo a radicarse en Estados Unidos, gracias a una invitación de la ONU para colaborar temas relacionados con los derechos de la población reclusa en diferentes lugares del mundo.

El papel de Louise Crane

Louise Crane, heredera de la Crane Paper Company, empresa dedicada a abastecer de papel al tesoro de los Estados Unidos para imprimir dólares, fue una joven brillante, educada en los mejores colegios de Estados Unidos. Entre ellos estaba el selecto Vassar College, en el que coincidió con la poeta Louise Bishop, con la que mantuvo una relación sentimental hasta que, según los biógrafos de la escritora, Bishop la sorprendió en la cama con Billie Holliday. La famosa cantante de jazz y Crane se habían conocido mientras la segunda organizaba una serie de conciertos en el MoMA, prestigioso museo de arte contemporáneo fundado por su madre, la millonaria y filántropa Josephine Porter Boardman.

Tras la ruptura con Bishop, Louise Crane conoció a Victoria Kent, con la que inició una relación sentimental que, a pesar de la época, no se mantuvo en secreto, y que duró hasta la muerte de la española. A lo largo de todo ese tiempo, la estadounidense también financió algunos de los proyectos de la española, entre los que destacó Ibérica. Por la libertad, revista cultural con ediciones en castellano e inglés, que dio cabida a gran parte de los intelectuales españoles en el exilio o que, habiendo permanecido en España tras el final de la guerra, tenían dificultades para publicar debido a la dictadura.

De hecho, tampoco Victoria Kent se libró de esa proscripción decretada por las autoridades franquistas. Además de no poder regresar al país, el gobierno español intentó borrar de la memoria de la población todo vestigio relativo a su vida y su obra política. Ejemplo de esa obsesión hacia su persona por parte del dictador y sus secuaces fue el cambio de la letra original de El Pichi. Desde 1939, la estrofa que decía “Se lo pués pedir / a Victoria Kent” se convirtió en “Se lo pués pedir / a un pollito bien”.

Críticas a la Transición

El escenario político surgido tras la Guerra Civil hizo que Victoria Kent no pudiera regresar a España hasta 1977. En octubre de ese año viajó a Madrid, donde fue recibida por militantes republicanos y realizó declaraciones muy críticas con el proceso de transición democrática que vivía el país. "Sobre la democracia de Suárez hay mucho que hablar, porque no hay libertad, y sin ella no puede haber democracia de ninguna clase", afirmó, al tiempo que defendía que para lograr esa normalidad democrática era imprescindible la aprobación de una ley de amnistía y la celebración de un referéndum que diera a los españoles la posibilidad de elegir entre monarquía o república. Dicho referéndum nunca se produjo como tal y Kent no regresó al país más que de visita.

En 1987, después de recibir la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, una de las máximas condecoraciones en el campo del Derecho concedida por el Ministerio de Justicia, Victoria Kent fue invitada por Juan Carlos I a instalarse en España. De hecho, el rey intentó reunirse con la exdiputada republicana aprovechando una visita oficial a Estados Unidos realizada en 1987. Sin embargo, una serie de problemas de salud, que acabarían causando la muerte de Kent el 26 de septiembre de ese año, frustró el encuentro. Si bien resulta imposible saber si la española hubiera aceptado el ofrecimiento del monarca, lo que es un hecho es que, más de tres décadas después de su fallecimiento, sus cenizas permanecen en Estados Unidos.