Si yo hubiera podido, oh Cádiz, a tu vera / hoy junto a ti, metido en tus raíces, / hablarte como entonces, /como cuando descalzo por tus verdes orillas / iba a tu mar robándole caracoles y algas!". Rafael Alberti, uno de los poetas gaditanos más aclamados de todos los tiempos, vivió, luchó y soñó, como tantos otros, por este rinconcito tremilenario. De espuma y sal. De cante jondo y alegrías. De mar, marisma e historia. Porque a orillas del océano Atlántico, fundada en el siglo XII a. C., y bautizada como Gadir, se encuentra la ciudad más antigua de Europa.
De ella partió Aníbal para la conquista de Italia; y Julio César le concedió el título de ‘Civitas Federata’ al Senado Romano. Este balcón a África ha sido ocupado por cartagineses, fenicios, griegos, godos, romanos y árabes. Con casi toda la Península ocupada por Napoleón, y bajo las bombas de los franceses, que jamás pudieron con Cádiz, se celebraron unas Cortes destinadas a cambiar el rumbo de la historia de España, firmando aquí, en 1812, la primera ConstituciónEspañola, ‘La Pepa’.
The New York Times la ha elegido como uno de los destinos favoritos del mundo y la revista Lonely Planet sitúa a Cádiz entre los 30 mejores destinos del planeta para descubrir. La capital de la luz, de Viña y Carnaval, de tiza y erizo, encierra los monumentos más bellos del Estrecho, del teatro romano a la Catedral Nueva, del Pópulo a Puertas de Tierra, de Torre Tavira al Castillo de San Sebastián.
Mientras paseas por el Malecón se viene a la mente aquella letra de Antonio Burgos: "La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero". Porque rezuma son, sol... y salero. El atardecer desde la playa de La Caleta, frente al antiguo balneario de
Nuestra Señora de la Palma, acaba de ser elegido como el más bonito de España por una prestigiosa revista de viajes. Pasear por Cádiz es perderse en un libro de historia.
Pero más allá de la Tacita de Plata, Cádiz es sierra, Janda y viña, pueblos blancos y atún de almadraba, caballos y kilométricas playas de fina arena. Hecha de levante... y de poniente. 45 municipios de cal y piedra, de río y desembocaduras, de viento y marisma que van de Jerez de la Frontera a Tarifa. De Sanlúcar de Barrameda a Zahara de la Sierra.
Imprescindible olvidar el tiempo en el Bajo de Guía sanluqueño, mirando frente a Doñana, comer las tortillitas de camarones en Casa Balbino y presenciar en agosto las carreras de caballos en la playa. Visitar el Castillo de Luna en El Puerto de Santa María o saborear el plancton del Chef delMar, Ángel León, en Aponiente. Descubrir cualquiera de las bodegas jerezanas para degustar los vinos de Jerez, apreciados en el mundo entero, el Alcázar y su muralla. Y deleitarse con dos de los restaurantes estrella Michelin, Lú, Cocina y Alma, y Mantúa, mientras duermes en una casa palacio como la de María Luisa, un excelso hotel de cinco estrellas.
El tiempo parece haberse detenido cuando entras en Arcos de la Frontera, uno de los pueblos más bonitos de España. Callejuelas encaladas, cuestas enmarcadas por arcos que recorren desde la Basílica Menor de Santa María de laAsunción (monumento nacional desde 1931) a la Plaza del Cabildo y el balcón de la Peña Nueva. A pocos kilómetros, Medina Sidonia, Zahara de la Sierra, Villaluenga del Rosario o Jimena de la Frontera, pueblos con la misma similitud que encierran la historia de moros y cristianos. Pero lo que muy pocos saben es que Cádiz cuenta con el sitio más lluvioso de nuestro país, la sierra de Grazalema, rodeada de pinsapares y seis parques naturales, como el de Los Alcornocales, desde donde se puede casi divisar, a lo lejos, la costa, enmarcada por Tarifa, las playas de Barbate, Vejer de la Frontera o Conil. Casi 7.500 kilómetros cuadrados de sol, costa, sierra... y mucha historia.
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