Espía

Tíscar Espadas, donde el arte se funde con la moda

La diseñadora española afincada en Londres diluye las fronteras entre lo estético y lo conceptual en sus colecciones masculinas que hablan del amor por las raíces y que establecen un diálogo profundo con quien las lleva
Look de la colección 'Capítulo II' de Tíscar Espadas.
Clara Giaminardi

Tíscar Espadas (Úbeda, 1993) llegó a la moda por amor al arte. Literalmente. En sus manos la ropa es un vehículo para transmitir emociones, como podría ocurrir con un cuadro, una fotografía o una escultura. Para la joven española la ropa es un medio, en ningún caso un fin. Quizá por eso sus prendas tienen una vocación tan conceptual y envolvente. Pero no hay que confundir ese espíritu arty con la abstracción y la inaccesibilidad: las colecciones de Espadas quieren ser utilizadas y buscan establecer con quiénes las visten un diálogo de igual a igual

La andaluza lleva un tiempo afincada en Londres después de un periplo personal y profesional que la ha llevado a vivir en ciudades como Berlín, Madrid, Barcelona y Copenhague. Hace 3 años llegó a la capital británica para avanzar en su formación y decidió establecerse allí para seguir haciendo crecer su creatividad. Pero esa distancia física es inversamente proporcional a la emocional, ya que la diseñadora se siente profundamente vinculada a sus raíces, tal y como queda patente en sus propuestas, cargadas de detalles artesanales de matriz española. Pero de nuevo, al igual que ocurre con el arte, el folklore es en manos de Espadas un vehículo para alcanzar lo universal apelando a lo específico y a lo único. Sus dos colecciones hasta la fecha -Capítulo I y Capítulo II- son, como sus respectivos nombres indican, pasajes de una historia más amplia que no se rige por criterios como las temporadas, las tendencias o los géneros, si no que fluye a través del tiempo para contar una historia de individualidad y autenticidad que solo está completa cuando alguien la lleva y la hace suya. 

Hablamos con la diseñadora para que nos guíe a través su universo creativo.

Clara Giaminardi

Vienes del mundo de la ilustración, ¿cómo diste el salto al diseño de moda? ¿Fue un cambio repentino o lo consideras una evolución natural?

En realidad, no creo que una labor haya sucedido a la otra, tampoco que una sea la evolución natural de la primera. Ni siquiera creo que sean actividades diferentes e independientes. Suponen solo soportes diferentes de una misma búsqueda, momentos necesarios de un mismo día. Los considero complementarios, como si ambos lenguajes, junto con otros que desarrollo, formaran parte del mismo proyecto creativo, fuesen la misma actividad.

Crecí entre lápices, pinturas y máquinas de coser. Formaban parte de mi entorno familiar, me movía entre ellos con la misma naturalidad con que abrazaba a mis abuelos. De manera que ambos lenguajes acabaron haciéndoseme necesarios. Lógicamente el dibujo me aporta una inmediatez expresiva, una búsqueda mucho más visceral, intuitiva y directa, que la moda. En el diseño de moda entran en juego condicionantes externos, procesos complejos y soluciones que hemos de resolverlos desde una perspectiva mucho más racional. Pero intento no perder de vista en ningún momento esa intuición emocional que utilizo en mis dibujos para que cada prenda contenga su pulsión poética, su carácter único y la misma capacidad de evocación que busco en mis ilustraciones.

Es cierto que de todos mis lenguajes, la moda se ha convertido en el centro en torno al cual se articulan los demás como satélites. Pero son imprescindibles para mí, cada colección se nutre de ellos. No podría contar una historia coherente y sólida si el protagonismo de mi moda no estuviese arropada de otros actores secundarios (pintura, fotografía, videoarte, instalaciones,…). Concibo mi trabajo creativo como pequeñas ‘óperas’, donde los lenguajes se entrecruzan y se necesitan.

¿Por qué decidiste hacer moda masculina?

No sabría explicar muy bien las razones últimas. Si reparo en mis ilustraciones también observo que casi siempre son personajes masculinos, cuando en realidad busco sugerir emociones universales, sin género.

Creo que me atrajo más la moda masculina por cuanto supone un reto creativo mucho más amplio e inexplorado. En moda femenina se ha hecho casi de todo, es muy fácil caer en el revival de lo que alguien ya creó en su momento. Sin embargo, la moda masculina se ha mantenido mucho más inalterable en el tiempo, menos dada a la libertad y la imaginación. Me abría un campo mucho mayor para la investigación, para experimentar nuevas formas desde una raíz más primigenia e inexplorada.

Es por ello que me decidí a estudiar sastrería, deseaba aprender los cimientos constructivos y el complejo oficio que hay detrás de las prendas masculinas, necesitaba conocer sus estructuras y el peso de la tradición en ellas para poder reinterpretarlas desde la modernidad, desde una visión mucho más abierta y contemporánea.

Se trató, por tanto, de una elección en cuanto a técnica y oficio, no tanto en cuanto a género. Aunque diseño pensando instintivamente en el cuerpo masculino, en realidad busco crear prendas sin género, que aspiren a lo humano y universal.

Clara Giaminardi

Después de años relegada a un segundo plano, la moda masculina vive una etapa de esplendor ahora de la mano de diseñadores muy talentosos y muy distintos entre sí, que van desde Bode a Grace Wales Bonner, ¿crees que es el momento de revertir ese desequilibrio?

Sí, estamos en otro momento histórico. Sociológicamente los papeles de hombre y mujer han cambiado radicalmente en los últimos tiempos, mezclándose y rompiendo todos los corsés del pasado que la tradición había impuesto. La moda, no solamente ha de adaptarse a estos nuevos tiempos, sino que, como todo hecho cultural, ha de ser impulsora de esos cambios y actuar como revulsivo (estético) de una sociedad con nuevos horizontes.

Históricamente, la moda reforzaba el papel tradicional de la mujer como ser estético, mientras asignaba al hombre un papel estático, secundario, más sobrio y menos dado a los cambios estilísticos y la innovación. Hoy en día, ambos modelos han quedado obsoletos y superados. La mujer se revela contra esa tiranía de la moda, cambiante y pasajera, en pos de la creación de una imagen propia coherente y consecuente con su personalidad más allá de imposiciones, y por otra parte, el hombre ha accedido al mundo de la estética desde una perspectiva mucho más abierta y sin prejuicios, interesado por la propia construcción de su imagen (su cuidado físico, su aspecto, su indumentaria…).

Independientemente de esas cuestiones sociológicas, creo que como todo terreno inexplorado, la moda masculina -tan inalterable en el tiempo- ofrece un campo de investigación muy sugerente ya que todo está por hacer y reinventar. Todo un reto para aquellos diseñadores con ansias de investigación y creación.

Insistes en la consistencia de las prendas, ¿crees que hemos agotado las tendencias y que es el momento de reivindicar la atemporalidad?

No, siempre habrá nuevas tendencias, cambios estéticos, nuevos estilos, la sociedad está en permanente evolución. La propia atemporalidad podría acabar convirtiéndose en una tendencia. No se han agotado las tendencias, sino el modelo creado por la industria de la moda en la que la persona es vista solo como un posible consumidor y las colecciones, temporadas y tendencias solo como una mercancía, un mecanismo para vender a un ritmo trepidante prendas de desecho con una obsolescencia estética programada. Ese modelo insostenible está caduco si queremos construir una sociedad en valores.

A lo largo de la historia los cambios estéticos se producían con cadencias de décadas o incluso siglos. El siglo XX introdujo la prisa por esos cambios, sucediéndose con un ritmo cada vez mas frenético. En la actualidad, la industria ha llevado esa mentalidad de cambio a extremos insostenibles y absurdos, en los que en un mismo año se suceden varias colecciones con cambios radicales de tendencia en el afán de crear prendas que desechen a las anteriores. Es la imposición de una moda fungible, de usar y tirar, prêt-à-tirer’.

Frente a eso, existen diseñadores que han optado por desarrollar su trabajo sin ser arrollados por la industria, apostando por la calidad más que por la cantidad, por una solidez estética sostenida en el tiempo, más que por la banalidad del cambio permanente. Creadores que siempre han estado ahí, pero que ahora van haciéndose más grandes, al empezar a valorarse su trabajo y su apuesta sostenible y coherente con otras formas de crear más que de producir.

Para mí, cada prenda es un reto, una obra única (nunca un producto), en torno a la que se genera una aventura creativa que va desde el esbozo de las líneas libres del patrón, hasta buscar el tejido de mayor calidad posible (a poder ser, con una historia detrás), desde su investigación formal, hasta su producción en pequeños talleres y artesanos de producción local, donde haya un nombre detrás de cada pieza cosida. No me interesa sobreproducir. Cada colección está compuesta por una serie limitada de prendas. Todas realizadas una a una en talleres de Inglaterra y España. Pienso que es más honesto conmigo misma y así sí tiene sentido el crear nueva ropa, (ya que no es algo que se necesite, pues hay ya más que suficiente).

Clara Giaminardi

 ¿Por qué presentas Capítulo II en Japón después de en Londres? ¿Te sientes conectada de alguna manera a la cultura y la estética nipona?

Sorprendentemente sí, mucho. En Japón he encontrado un público muy receptivo a mi trabajo. Al principio no imaginaba cómo mis prendas, tan cargadas de raíces españolas, podrían encajar en el gusto de un espectador asiático tan diferente culturalmente a nosotros y con un peso estético tan marcado. Pero curiosamente la simbiosis se produjo con sorprendente naturalidad.

Mirándolo con perspectiva, me he dado cuenta de que tenia que ser así. No creo que se trate de una mera atracción por lo exótico por su parte, sino todo lo contrario, una confluencia por cercanía. En Japón tienen una cultura y una forma de vestir muy diferente a nosotros, pero valoran en extremo la belleza, la sutileza de los detalles, la sugerencia y la carga poética de cada objeto, también de las prendas. Es ahí donde nos encontramos con naturalidad. Allí se aprecia mucho la calidad del material, la historia que hay detrás de cada prenda y la “singularidad” a la hora de vestir. Por ahora todo lo que he presentado allí ha tenido muy buena acogida.

Dices que tus dos colecciones hasta la fecha -Capítulo I y Capítulo II- son partes de una misma historia, ¿cómo planteas tus colecciones desde el punto de vista creativo?

 Antes hablábamos de la atemporalidad, entendida como una sucesión coherente y continuada en el tiempo, y no como la sucesión de bandazos estéticos en cada colección. No pretendo que cada colección anule a la anterior, sino que la amplíe, la complemente, incremente sus posibilidades y versatilidad. Son prendas cargadas de historias muy diferentes, pero no son historias aisladas y finales, sino que existen hilos comunes que las convierten en una obra coral y en constante construcción y evolución.

Me planteo mi trabajo como un permanente viaje, intenso, complejo y apasionante. El resultado -las colecciones y otras creaciones-, no son sino el cuaderno de bitácora de esa singladura. La ruta de un viaje por las formas en constante movimiento, donde cada colección es un puerto de llegada y partida al mismo tiempo.

No pretendo hacer colecciones que sirvan para una temporada o periodo corto de tiempo. Me interesa más la idea de ir creando capítulos que van construyendo y formando una historia mucho mas honda y compleja, a la que mirar con cierta perspectiva y que siga manteniendo la poética y unicidad. En la que unas colecciones se mezclen con otras y generen una cierta idea de coherencia (continuidad) y a la vez incertidumbre y sorpresa en el espectador.

Capítulo II trata de la espera, ¿tiene que ver con el confinamiento y la espera forzosa a la que todos nos hemos visto abocados este año? ¿Crees que 'esperar' en una actitud en retroceso y que deberíamos recuperar?

Creo que cualquier creador es un ser a la “espera” de un encuentro. Es nuestra actitud vital, hacer y construir esperando el encuentro con la “belleza”. Pero es verdad que esta última colección ha estado muy marcada por una circunstancias muy particulares de confinamiento y parálisis del ritmo habitual que nos ha permitido/obligado a detenernos y pensar en el ritmo a veces inhumano en que la sociedad actual está desembocando.

Por ejemplo, nos hemos acostumbrado a ver continuamente imágenes (caminando por la calle, deslizando el dedo en el móvil, etc…). Por eso que creo que es cada vez es más difícil detener la mirada para observar de qué se trata, disponer del tiempo necesario para percibir la sutileza de los detalles o del fondo que esconde, más allá del primer golpe de vista.

Dar valor a la espera, tener el tiempo necesario para la maduración del trabajo, dar a cada cosa sus plazos necesarios, ha sido una de las pocas ‘virtudes’ que nos ha ofrecido este tiempo de limitaciones y confinamiento. Esto, lógicamente ha tenido su reflejo indirecto en el carácter de esta última colección.

También deseaba disfrutar de disponer durante unos minutos de las miradas de la gente, para mostrar con otro ritmo las prendas, los productos de una forma más realista. Donde se puedan ver los detalles y los perfiles, donde percibir su tacto y hasta los sonidos de cada prenda.

Clara Giaminardi

Esa historia inacabada que está implícita en tu segunda colección es también una manera de implicar activamente a quien lleva tus prendas, una invitación a que la gente haga suya y adapte tu ropa, ¿crees que esa conexión es fundamental en la relación marca-cliente hoy?

Sí, como en todo hecho creativo, se trata de una construcción compartida entre creador y receptor. Yo hago una propuesta abierta que solo adquiere pleno sentido cuando alguien la hace suya, la ocupa y la completa con su libertad a la hora de construirla, combinarla o llevarla. Realizo prendas que, a menudo, tienen diversas formas de ponerse, generando volúmenes muy diferentes. Introduzco la libertad y creatividad del portador como el factor que completa la prenda. Nunca son prendas cerradas o impuestas por mi única voluntad. De esa manera, quien las ocupa las hace suyas implicándose en la construcción de su ‘personaje’ único.

Me resulta fascinante ver fotos o gente vistiendo mis prendas y sorprenderme al comprobar que cada uno la lleva de una forma muy diferente, que hasta ni yo habría previsto o imaginado. Cómo una misma prenda resulta radicalmente diferente dependiendo de quien la habita. Creo fundamental esa conexión creativa entre mi marca y quien decida hacerla suya.

Me planteo mi trabajo desde  la creación de prendas únicas y especiales, mimadas hasta el extremo, casi objetos que acaben hablando de nosotros mismos, que formen parte de nuestra manera de expresarnos/mostrarnos como seres únicos e individuales, que mas allá de su funcionalidad hablen de nuestra personalidad, construyan nuestro “personaje” y hablen de nuestra historia.

En Capítulo II exploras las barreras que tradicionalmente se ha autoimpuesto la industria de la moda (primavera-verano / otoño-invierno; masculino / femenino; tradición / innovación…) para romperlas, ¿crees que la industria está lista para empezar a funcionar de una manera más orgánica y libre?

Esos corsés establecidos por la industria para temporadas, géneros, estéticas… creo que han de ser cuestionados. No pretendo cambiarlos, pero los relativizo ya que los considero obsoletos. No sé si la industria estará dispuesta a renunciar a unos mecanismos de producción que le han proporcionado la máxima rentabilidad. Pero sinceramente creo que ese modelo está agotado, por insostenible. Deberíamos de volver a un ritmo de trabajo mucho más calmado, a una apuesta por lo bien hecho, a la humanización de la relación diseñador/cliente, a producir/consumir menos y de más calidad.

La pretensión de mi trabajo no es producir mas ropa sin más, ya existe suficiente oferta a nivel mundial, el concepto mercantilista de la prenda de moda como objeto desechable y efímero, casi intrascendente en nuestra vida, abocado a ser de inmediato sustituido por otro ‘producto’, ha proporcionado ingentes beneficios a la industria, pero consecuencias devastadoras a la naturaleza, a la sociedad y al desprestigio de la propia moda. Ese modelo no me interesa en absoluto. Creo que, ante tal masificación y globalización de los gustos y la moda, sus derroteros -al menos los míos- han de ir por la individualidad. No desde la exclusividad, sino desde la unicidad que nos distingue del resto, que nos construye y nos identifica.

Creo que hemos de construir un nuevo orden en el que la moda, además de ser sostenible, apueste por la calidad y no por la cantidad, por convertirse en un acto mucho más libre y creativo, y recupere el prestigio de la prenda de ropa como constructora de historias, de personajes y de nuestra propia identidad.

Prestas especial atención a las colaboraciones: los botones están hechos a manos por la diseñadora Bronte Schwier; los zapatos se han realizados en Barcelona por Aldanondoyfdez; los sombreros son fruto de una colaboración con Vivienne H Lake… ¿Crees que el futuro de la moda pasa por aprender a funcionar en comunidad?

Antes hablaba de que mi deseo es construir prendas con historia, donde cada uno de sus detalles estén mimados con esmero, que detrás de ellas haya personas con nombres que han aportado su sensibilidad y talento. Para ello debe de existir una confluencia estética, de pensamiento y hasta personal con los colaboradores. Solo trabajo con aquellas personas a quienes admiro por su trabajo y talento, de manera que sé que estaremos en plena sintonía.

La colaboración es una de las partes de mi trabajo que mas me gusta e inspira. Disfruto mucho compartiendo ideas, construyéndolas con la visión, el talento y el conocimiento de otros creativos y artesanos. Me motiva muchísimo.

Todo creador, es un ser solitario, se enfrenta a dilemas, búsquedas y retos íntimos en soledad.  Pero solo se llega a ser diseñador si ese creador logra hacerse de un equipo de trabajo eficiente y en plena sintonía, que lo arrope y lo complemente. La moda es un trabajo en comunidad. Cada uno tiene un papel y necesita de los otros para crear un proyecto con cierta solidez. Las mejores conversaciones, productos y proyectos son siempre los que han involucrado a un buen equipo de trabajo. Uno solo sería imposible. No es realista.

Clara Giaminardi

Los complementos artesanales de esparto son un homenaje a tus raíces españolas, ¿qué relación tienes con tus raíces viviendo lejos de ellas?

Soy quien soy por mis vivencias, por todo aquello que me ha construido como persona, por esa mezcla de decisiones, encuentros, azares y circunstancias que nos determinan como seres únicos. Estamos en un permanente viaje de huida de lo que somos hacia lo que deseamos ser, pero también hay siempre un lugar –físico o imaginario- y un pasado al que regresar para sentir el reconfortante alivio de nuestros olores y recuerdos.

Crear es un permanente viaje –de huida o de regreso-, como un itinerario hacia lo que desconocemos con la mochila a cuestas de lo conocido.

El arraigo a mis raíces está ahí, pero no viene de una voluntad localista, es inconsciente y hasta inevitable. Aspiro a lo universal pero no soy sino el fruto de lo vivido y es inevitable que afloren con naturalidad las influencias de mi pasado. Es difícil de explicar, porque físicamente yo estoy aquí, en Londres. Pero del mismo modo, con mis acciones me refugio en mi casa de Úbeda, en amistades arraigadas en Madrid o me abrazo a lo aprendido y compartido en Copenhague, Barcelona… Son todos esos recuerdos/momentos los que alimentan e inspiran mi trabajo.

Has vivido en Berlín, Madrid, Barcelona, Copenhague y ahora vives en Londres, ¿qué te ha aportado cada una de esas ciudades? ¿Por qué decidiste asentarte en Londres?

Como te comentaba antes, cada ciudad me ha aportado experiencias personales y profesionales muy diferentes. He vivido en esas ciudades solo porque mi carrera/ trabajo me ha llevado a ellas y es allí donde he descubierto y aprendido muchísimo. Es una suerte poder disfrutar de otras culturas, maneras de ver y pensar, y acabar sintiéndolas como propias, nos saca de nuestras zonas de confort, nos hace más despiertos, abiertos y creativos.

Vine a Londres para cursar mi máster hace 3 años, sin ninguna intención de quedarme tras finalizarlo, pero al terminar me di cuenta, casi sin decidirlo, que era aquí donde debía de estar si quería continuar con mi proyecto profesional.

Londres es una ciudad activa, abierta y cosmopolita, con muchísimas oportunidades, gente creativa y hambrienta de ideas y nuevos proyectos. Una ciudad tremenda que puede fagocitarte, pero a la vez pone oído cuando tienes cosa que contar.