Los elefantes del Delta de Okavango -en el noroeste de Botsuana- van dejando huellas de su paso por todas partes. Árboles derribados, sendas abiertas por grandes manadas, excrementos... Es un día de inicios de mayo y una avioneta sobrevuela los pantanos de la zona. Sus tripulantes, cámara en mano, buscan indicios. No de vida, si no de muerte. Escrutan desde el aire el mosaico de verdes, amarillos y azules vibrantes que es el delta, en busca de manchas grises. De cadáveres. Avistan uno, dos, tres, hasta que el recuento supera el centenar. En tres horas de ruta encuentran 169 restos de elefantes. Muchos junto a fuentes de agua. La gran mayoría
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