Te pasaste toda la infancia oyendo la palabra: "Venga, vago, sal de la cama"; "No seas vago y haz los deberes"; "Vaya vago estás hecho, ordena ese cuarto". Vago, vago, vago... El estribillo de nuestra niñez, probablemente lo más repetido por los padres y maestros. Tanto te lo dicen, que te lo acabas creyendo. Por más que te deslomes, que te dividas para hacer toda esa lista interminable de tareas con la que te enfrentas a diario, siempre hay algo en tu interior que te grita: "¡Eres un vago!".

Es como una fobia, llamémosla vagofobia, que puede acabar por hacer que distorsiones la realidad. Que te quedes cinco minutos más en la cama no te convierte en un holgazán, sobre todo si tienes en cuenta que no volverás a tener ni un minuto de descanso hasta que sean las once de la noche. ¡Y te levantas a las seis de la mañana!

Nos criaron a base de repetirnos que el éxito sólo se alcanza con trabajo duro, cuando muchas veces el esfuerzo nada tiene que ver. Los adultos ya sabemos que hay muchos factores que importan igual que la dedicación: la suerte, los contactos, el momento... Pero te sientes tan vago por dejar esta noche los platos sin lavar. Y, quizá, en lugar de perezoso, lo que estás es agotado.

Todos hemos sido holgazanes alguna vez. Unos más que otros y todos lo tenemos por una característica negativa de una persona (ya saben, la infancia), pero ¿y si resulta que podemos alcanzar el éxito precisamente gracias a nuestra pereza?

Si te consideras un vago, sabrás encontrar la forma más fácil de hacer algo. Y esa es la tecla que hay que tocar para ser perezoso y lograr el éxito sin morir en el intento:

1-No pierdes el tiempo en aparentar que trabajas más de lo necesario. Los perezosos quieren terminar su tarea en el menor tiempo posible y acaban por descubrir la manera de hacerla bien sin perder horas en (por ejemplo) reuniones inútiles que siempre se alargan más de la cuenta.

2-Dominas el arte de la procrastinación y le sacas beneficio. Los vagos suelen dejar muchas cosas para mañana o para el último minuto. Dejarlo todo para el último tren les obliga a hacerlo bien, sin errores.

3- Sabes delegar. Lo achacas a que eres un vago, sin embargo, delegar es algo importantísimo, porque nadie sabe ni puede hacerlo absolutamente todo. Los que quieren abarcarlo todo, a menudo van de supertrabajadores por la vida, cuando en realidad acaban por hacerlo todo mal. Y enfermos de estrés.

4-Eres eficiente. Como empleas menos tiempo en hacer (bien) una cosa, tienes más horas para perder (por ejemplo) en Internet. Pero al final, si comparas el resultado de tu trabajo con el de quien ha dedicado el triple de horas que tú, verás que no lo ha hecho mejor. Simplemente, ha necesitado más tiempo para lo mismo.