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La historia de Gabriel Rodríguez, el niño librero de Medellín

La vocación comercial del niño Gabriel Rodríguez la alimenta el ejemplo de los padres, emprendedores y consejeros familiares.

  • El parque de San Joaquín, en el occidente de Medellín es el espacio en el que Gabriel vende libros. Apenas tiene 13 años y habla como un experto. FOTO Manuel saldarriaga
    El parque de San Joaquín, en el occidente de Medellín es el espacio en el que Gabriel vende libros. Apenas tiene 13 años y habla como un experto. FOTO Manuel saldarriaga
05 de diciembre de 2022
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Por unos minutos, Gabriel Rodríguez Peñaranda suspende la entrevista para atender a una mujer joven y a una niña que se acercan a su negocio al aire libre en el parque de San Joaquín –Laureles–. Entabla con ellas una charla, les pregunta por sus gustos de lectura. Tiene trece años y lleva poco más de año y medio en la venta de libros. Una de ella le dice que le gusta leer libros de historia y de fantasía. Gabriel no duda: toma un ejemplar de “El general de las mil batallas”, la extensa entrevista que Julio Sánchez Cristo le hizo al exvicepresidente Óscar Naranjo. Con pocas frases y un trato de adulto, vende el libro por quince mil pesos.

Después de echarle un vistazo a la mercancía, cae en la cuenta: no tiene a la mano ninguna obra de fantasía. Le dice a la cliente que puede seguirlo en Instagram –@micausaesleer– y conocer sus horarios y actividades.

A unos metros, Carlos Alberto Rodríguez Gómez, el papá de Gabriel, no le quita el ojo de encima. Más allá, Doly María Peñaranda, la mamá, juega a las carreras con la menor de la familia, María del Mar.

Historia de amor

La historia de la familia Rodríguez Peñaranda inició en 1999, en las salas de lectura de la Biblioteca Hoke Smith, del entonces Seminario Bautista, de Cali, una institución educativa que con el tiempo adquirió el estatus de universidad y ofrece pregrados en teología. En una pausa de los cursos de tercer semestre, Carlos Alberto fue a la biblioteca y allá se encontró con Doly María, la asistente de la bibliotecaria y estudiante de último año.

“Fue un flechazo. Nos conocimos leyendo en la biblioteca”, dice Carlos Alberto. Ella terminó con éxito los estudios y él se convirtió en un vendedor de calidad de vida, en sus palabras. La convivencia comenzó en 2007 y dos años más tarde nació Gabriel, el primogénito de este matrimonio. Los Rodríguez Peñaranda han vivido en Cali, Bogotá y, desde hace cuatro años, en Medellín, primero en San Cristóbal y luego en San Joaquín.

Gabriel es delgado, tiene manos largas, la pelusa adolescente del bigote y la piel de sus padres. También la vocación comercial del papá y la facilidad verbal de la mamá.

Negociante

La librería no es su primer negocio: a los nueve tocó las puertas de las casas vecinas para vender las moñas que la mamá y la abuela materna le entregaban. Luego pasó por el ramo comercial de los limpiones de cocina. Sin embargo, fue un hecho fortuito el que lo llevó a la librería: por falta de espacio en la casa, Carlos Alberto decidió meter unos libros en bolsas y cajas.

El niño le preguntó qué pensaba hacer con ellos. Al enterarse del destino –la basura–, decidió venderlos en la puerta de la casa. El primer cliente se llevó uno de Robert Kiyosaki después de sacar de la billetera dieciséis mil pesos. A partir de entonces ha vendido todo tipo de libros: de segunda y nuevos. Ahora tiene un código QR para las transferencias bancarias. Con el dinero de las primeras semanas de ventas le compró un regalo navideño a la hermana e invitó a la familia a comer hamburguesas, dice Carlos Alberto.

Apenas lo ve, Gabriel ha aprendido a saber cuánto cuesta un libro: revisa la carátula, la limpieza de las páginas, el lomo. Eso le arroja una suma. Después mira en internet reseñas del título. A veces no acierta: hace poco le vendió a un docente por veinte mil pesos un libro por el que pudo pedir cincuenta o sesenta mil. Así es el comercio. Las ganancias de la librería las distribuye en tres: una parte la separa para él, la otra la entrega a sus padres para los gastos de la casa y el resto lo dona a la Fundación Antorchas de Vida, un proyecto social que cuida a los niños de los padres trabajadores del sector.

Legado familiar

Carlos Alberto y Doly María trabajan en el área del desarrollo humano: dan cursos y conferencias en empresas y oficinas. Tienen una cuenta de Instagram –@EducandoTriunfadores– para dar consejos sobre la crianza. Incluso Carlos Alberto fue invitado en 2020 a un programa en el Canal Uno para hablar sobre estos temas. En su cuenta de Youtube hay videos de Gabriel hablándoles a los niños de las formas de controlar la ira y no desobedecer a los padres.

Gabriel quiere ser programador. Un cliente de Carlos Alberto le pagó un curso introductorio en ese campo de la computación. La suya es una vocación comercial alimentada por el núcleo familiar. Mientras el destino llega –sea cual sea–, los sábados alista la mesa blanca, los libros y se sienta a esperar a los transeúntes. A veces vende lo suficiente, a veces los clientes pasan de largo.

Una vez la entrevista culmina, Gabriel guarda los libros en una maleta de rodachines, enrolla el pendón del negocio, se despide de la tendera de Songo Sorongo. Se pierde en las calles tras sus padres.

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