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Música y Libros

Melendi, un roquero rebelde que supo hacerse adulto

En esta imagen el cantante se estaba presentando en Pamplona, España.

En esta imagen el cantante se estaba presentando en Pamplona, España.

Foto:Instagram: @_melendioficial_

Charlamos con el cantautor español Melendi, quien prepara su nuevo álbum cargado de crítica social.

Hacia el final de la entrevista, Melendi saca un cigarrillo y pregunta: “¿Te molesta que fume? Este vicio no lo he podido dejar”. A quién le va a molestar que fume si está del otro lado de una pantalla. Del otro lado del Atlántico, mejor dicho.
Pero Melendi es educado y formal. Aunque sea un roquero consagrado, ya tiene sus años y sus modales coinciden más con los de un padre de familia (lo que efectivamente es) que con la del muchacho rebelde, sucio y sexy que algunos recuerdan (quien también fue en sus inicios).
Sin embargo, aparte del vicio del cigarro, queda mucho de ese Melendi bad boy, joven e inquieto que se dedicaba a la clásica tripleta de sexo, drogas y rocanrol, como él mismo cuenta. No solo por sus tatuajes y sus aretes sino su música, que permanece contestataria, apasionada y reflexiva desde hace dos décadas.
Esos tres adjetivos describen bien su canción más reciente, Likes y cicatrices (que le da nombre al álbum que prepara): un manifiesto ideológico sobre las redes sociales y el papel poco saludable que cumplen en nuestras vidas diarias. En el mismo tema habla de la globalización, de la emergencia medioambiental, del coronavirus, de los fake news.
Esa radiografía de los días que nos tocó vivir es un gran ejemplo para entender cuál ha sido el estilo que ha caracterizado la propuesta de Ramón Melendi (Oviedo, España, 1979) en sus casi dos décadas de carrera musical.
Pero en sus diez álbumes de estudio también ha explorado otros géneros musicales (como la rumba flamenca y los sonidos latinos) y otros temas (como el amor u otros sentimientos). Ahora, que prepara su álbum número 11, conversamos de su larga carrera, sobre la música española de ayer y hoy, sobre el rock, sus influencias y otras cosas.

Usted comenzó su carrera muy joven. Se ha hablado mucho de su crecimiento y maduración, pero ¿usted qué extraña de los años 2000, de su juventud?

Bueno, pues yo extraño nada. Trato de vivir el momento. Además, no me gusta mucho mirar atrás. Pero sí estoy muy orgulloso de todo lo que pasó, de todo lo que vivimos. De los aciertos, de los errores. Como tú bien dices, eso es lo que me ha llevado a ser la persona que soy hoy, en lo musical y en lo personal. Y, como tú lo has apreciado muy bien, hay un Melendi muy diferente cuando empieza. Es que esas canciones las hice cuando tenía 18 años. Era una edad en la que lo único que me importaba era salir de fiesta, estar con mis amigos y poco más. Ahora tengo 43 años y cuatro hijos.

Evidentemente, la música refleja mucho el estado en el que uno vive. También refleja cómo se siente uno, qué opiniones tiene. Eso va variando con el tiempo. ¿Pero se arrepiente de algo?

Lo pasamos muy bien. Todas esas épocas son maravillosas. Al final te das cuenta, con el paso del tiempo, de que los momentos de euforia no son la felicidad real. La felicidad real es llegar a una estabilidad y sentir paz. Estar en paz contigo mismo, conocerte mejor: eso te da tranquilidad en la vida. Pero, claro, he pasado por momentos que me han hecho aprender muchísimo. Nosotros éramos unos salvajes. Rocanrol, sexo, drogas y todo lo que te puedas imaginar multiplicado por tres.

¿Qué haría el Ramón del año 2000 si usted le dijera que la felicidad es encontrar estabilidad?

Me pegaría una hostia que me revienta. Ya te lo digo yo. Pero es que, si no hubiera pasado por ahí, no llego aquí. Sería imposible.

Pero, así tuviera 18, escribía con sensibilidad, no eran letras sosas…

Era otro tipo de sensibilidad, pero sí es verdad que siempre traté de decir las cosas con trasfondo, con metáforas. Era muy fiel a lo que estaba viviendo. Realmente lo era. Y siempre me ha pasado. Lo que estaba viviendo en aquella época eran muchas experiencias. Y siempre me ha gustado contarlas, como tú bien dices, de manera elaborada, no tan directa, más bien dándoles una vuelta. Eso permite identificar al que las oye. Yo conectaba mucho con las personas que estaban en mi misma situación.

¿Qué oía para escribir? ¿Qué oye o lee ahora?

Hay que salvar las distancias, que son muy duras ¿eh? Joaquín Sabina es un maestro, lo he oído muchísimo. También a Andrés Calamaro. Siempre he tomado ejemplo de cantautores. Patxi Andión, que es de hace muchísimos años. Lo oía mi padre. No lo conocen ni en España, ya. Yo compongo de esa manera: tomo la guitarra y voy haciendo la música al tiempo que voy haciendo las frases. No es que yo tenga una armonía lista y encima le ponga letra.

¿Qué significa el rock en su música?

Creo que hay lugar para todo. Quien consume la música es quien decide qué necesita oír y qué estado de ánimo quiere tener. Yo en mis discos siempre tengo tres vertientes clarísimas: las canciones movidas, las canciones introspectivas y las baladas rock. Las primeras puedes ser rumbas, rumbatón. El rumbatón es la misma rumba catalana con el acento en otro bombo. No es inventar nada. En las segundas hablo de mis pajas mentales, de lo que quiero decir, de lo que siento. Esas son las que menos oye la gente, les importa un carajo. Y las terceras son hechas con instrumentos de cuerda y tienen mucho rock. Siempre tengo discos en los que no me ciño a un solo estilo, y es así desde que empecé. Las canciones piden ser de uno u otro género.

¿También conviven en su música la rebeldía y el amor, o es mi impresión?

Sí, sí. En el rock también se pueden contar cosas románticas y profundas. Tenemos una idea del rock. También tenemos una idea del reguetón de que todo es una mierda. Y eso no es verdad. Vamos, que a veces estoy en el coche con mis hijos y lo disfrutamos como enanos. Porque están bien hechas, porque son divertidas. Yo no soy de los que están en contra de todo. Pues algo harán bien.

De hecho, usted siempre ha mezclado la música latina, ¿no?

Si es que Caminando por la vida y Kisiera yo saber son reguetones. ¡Tal cual! “Voy caminando por la vida / Sin pausa, pero sin prisas”.
Canta Melendi mientras baila y hace el ademán de tocar una guitarra. Luego estalla en una carcajada y concluye:
Es un reguetón.

Tengo mi espacio. Llevo 25 años en la música, 20 de profesional. Yo ya tengo mi público. Quiero que a todo el mundo le vaya bien porque yo ya tengo mi público y voy a lo mío.

Es un sabor del que no se puede escapar…

Y es que ni lo pretendo. La cultura musical que hay en América Latina es enorme. Es mucho más amplia que la que hay acá, pero es lógico. Nosotros somos como una pequeña isla rodeada de países anglosajones de lo que no entendemos nada. Yo no sé qué pintamos ahí en Europa. Deberíamos coger el cacho ese (se refiere a la península ibérica, nada menos) y plantarlo al lado de Puerto Rico, que es donde deberíamos estar. Vosotros nos nutrís de muchos ritmos musicales. Sí es verdad que las islas Canarias están mucho más cerca de vosotros y se mimetizan más fácil. A otros españoles nos cuesta un poco más, pero yo ya he encontrado a las personas con las que me encanta trabajar cuando quiero lograr sonidos latinos.

Y no solo le pasa a usted. Fíjese en Rosalía o en C. Tangana. ¿Qué opina de esa nueva onda española?

Son gente con mucho talento. Tienen propuestas diferentes dentro de la música moderna. Joder, son gente que está abriendo puertas. Es que, coño, a mí el último disco de C. Tangana me parece espectacular. El de Rosalía no lo he oído, no ha salido todavía, pero seguro que hace algo maravilloso, porque la chica esta tiene talento. Debemos estar orgullosos de ellos: están cruzando fronteras, están abanderando un movimiento de música nueva.

¿Pero siente que usted sigue teniendo su espacio en la industria?

Tengo mi espacio. Llevo 25 años en la música, 20 de profesional. Yo ya tengo mi público. Quiero que a todo el mundo le vaya bien porque yo ya tengo mi público y voy a lo mío.

¿Cómo describiría a ese público?

Pues es un público con un criterio maravilloso.
Ambos reímos. Él complementa:
Es un público con un gusto refinado y maravilloso. No, la verdad es simplemente un grupo de personas que se siente identificado con la manera en la que yo he compartido mis procesos vitales. Igual me pasa cuando leo un libro y digo ‘mira a este cabrón: está tan loco como yo’. Creo que es un público fiel porque también es fiel a sí mismo.

Por favor, hábleme de la crítica que le hace al mundo de hoy, lleno de pantallitas, en Likes y cicatrices.

Los seres humanos tenemos una especie de convulsión. Y hablo de algo que viene desde el descubrimiento del fuego. El fuego era maravilloso hasta que lo usamos a lo bestia. El hierro: maravilloso hasta las espadas. Y ahora, con la tecnología, estamos convirtiendo lo que podría ser un rasgo maravilloso de nuestra generación en un trastorno. No sé a dónde nos va a llevar esto. Evidentemente hay muchas cosas positivas. La información está al alcance de todo el mundo. Ahora, la pandemia también fue un poco llevadero gracias a las telecomunicaciones. Pero también está esa posibilidad de reivindicar algo vacío.

Son personas que cobran por post lo que no está escrito. Si yo tuviera esa posibilidad, también lo haría. Porque yo tengo mis principios, pero si no te gustan, tengo otros.

¿Cómo qué?

Me parece bien que las redes sociales se utilicen para difundir cosas con sentido. Si un pianista lleno de estudios las usa para difundir su trabajo, eso está estupendo. Pero cuando te sientes obligado a subir una foto de tu desayuno o de ti frente al espejo es raro. Detrás de eso hay algo raro. Creo que deberíamos hacer un ejercicio de introspección. Yo, el primero. Claro, los artistas somos ególatras y trastornados. Pero lo veo en mis hijos. Y es difícil: uno no quiere que sus hijos estén desconectados del mundo, pero tampoco que se pasen todo el día pensando en qué publicar y viviendo una vida que no es real.

Igual usted está en las redes sociales, ¿cree que tenga que bailar en TikTok para estar en onda?

No, no: bailando TikToks, no me vas a ver. Pero sí es verdad que esto me confronta. Es verdad que en la compañía me tienen frito porque dicen que no hago absolutamente nada en las redes sociales.

¿Y tienen razón?

Las utilizo para informar las fechas de los conciertos, esas cosas. Bueno, tal vez porque soy de otra generación. No es mi lenguaje. Me cuesta encontrar algo en mi vida que sea tan interesante como para mostrárselo a otras personas. Mi vida no es tan interesante. Sé que es el lenguaje de los jóvenes, pero me preocupa que en ese proceso pierdan la posibilidad de comunicarse de verdad. Que el día de mañana se paren en el espejo y digan ‘hostia, es que no sé ni quién soy’. Creo que los trastornos se verán en algunos años. Ya veremos. Tú me entendiste. Sabes a qué me refiero.

Le iba a preguntar, Ramón…

¿Te molesta que fume? Este vicio no me lo he podido quitar.

No, adelante, por favor. Le iba a preguntar, finalmente, por la relación del fútbol y la música popular, ya que usted iba a ser futbolista. ¿No se parecen los rockstars y las estrellas de fútbol? ¿No son ejemplos estéticos de las masas?

Son personas de muy alto perfil. No te hablo de mí, sino de personas con millones de seguidores. Son personas que cobran por post lo que no está escrito. Si yo tuviera esa posibilidad, también lo haría. Porque yo tengo mis principios, pero si no te gustan, tengo otros, ¡ja, ja, ja! No hubiera escrito Likes y cicatrices. Es así: los futbolistas son estrellas del rock.
-MATEO ARIAS ORTIZ
Redacción Domingo
EL TIEMPO
En Instagram y en Twitter: @mateoariasortiz

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