El Magazín Cultural

Viena, capital cultural del siglo XX

Viena, a fines del siglo XIX y principios del XX, vive un florecimiento cultural, filosófico, artístico, científico, bajo el imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo, que ha gobernado durante más de medio siglo, durante los reinados de Francisco José I y Carlos I.

Édgar Bastidas Urresty
01 de agosto de 2021 - 03:00 p. m.
Diferentes obras y encuentros de filosofía, psicoanálisis, literatura y arte hicieron de Viena una de las ciudades culturales más diversas del siglo XX.
Diferentes obras y encuentros de filosofía, psicoanálisis, literatura y arte hicieron de Viena una de las ciudades culturales más diversas del siglo XX.

El imperio, sin embargo, entra en crisis por la influencia política de la revolución francesa de 1848, y la revolución de la burguesía liberal en los Estados de los Habsburgo en forma casi simultánea.

El emperador Francisco José I se ve obligado a introducir reformas liberales, a establecer una monarquía constitucional, una economía de mercado, una cultura laica, reformas que permiten el surgimiento de estados independientes y hacen que la razón y la ciencia desplacen a la religión y a la fe. Viena va a convertirse en un centro político, cultural, financiero, industrial de importancia mundial, en la aurora del siglo XX.

A ese gran proceso innovador contribuye la universidad de Viena, formadora de talentos como Freud y un grupo de pensadores, escritores, pensadores, músicos, pintores, a los que se hará referencia.

También la cultura de los cafés en el centro de la ciudad, entre los que hay que mencionar el Landtmann, frecuentado por Freud, donde hablaba sobre la interpretación de los sueños, el incesto, la histeria femenina; el Central, visitado por Altenberg y León Trosky durante su exilio antes de la primera guerra mundial y el Griensteidi, al que acudía el escritor Arthur Schnitzler, donde se encontraba con sus amigos, Hugo von Holmannsthal, Stefan Zweig, Karl Kraus, Félix Salten, Herman Bahr, con quienes fundó el grupo literario Joven Viena. En los cafés leían los periódicos, intercambiaban ideas, lo que configuró la cultura de los cafés.

El joven Canetti, visitaba los cafés para conocer a las grandes figuras de la intelectualidad vienesa, como lo cuenta en sus libros biográficos. Que Brecht, escribió un poema a un carro de la volkswagen para que la empresa tal vez le regalara uno.

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Hacia 1916, en pleno desarrollo cultural y cuando trascurre la primera guerra mundial, Viena tenía 2′240.000 habitantes, una de las capitales más pobladas de Europa. Para la época ya se han construido importantes obras de arquitectura como el palacio de Belvedere, el Ayuntamiento, el Palacio Imperial de los Habsburgo, la Ringstrabe, la Ópera, la Universidad, el Ayuntamiento, que le dan a Viena un aire modernista.

En la ciencia sobresale Sigmund Freud (Freiberg, Moravia Chequia, 1856, Londres, 1939) médico neurólogo, por la creación del psicoanálisis como método para la curación de la neurosis, de interpretación de la literatura, el arte. Es la figura más sobresaliente del grupo de Viena y uno de los profetas del siglo XX, con Marx, Nietzsche y MacLuhan.

Su libro La interpretación de los sueños (1899), intenta explicar el significado de los sueños con su carga simbólica, los deseos no realizados o reprimidos, que subyacen en el subconsciente para encontrarles sentido en la vida real. Utiliza la asociación libre como método para que el paciente o analizado confiese sus pensamientos, sentimientos, recuerdos, emociones, libremente, y se conozca el origen de la perturbación.

En el fondo de los problemas neuróticos, encuentra la sexualidad desde la infancia que va a gravitar poderosamente en la vida entera, teoría por la que Freud ha sido calificado de pansexualista.

El psicoanálisis freudiano es una contribución al estudio de la mente humana, sus complejidades, sus traumas y se presenta como una posibilidad de solución de los conflictos. El escritor Thomas Mann, cuando Freud cumplió 80 años, dijo: “Él es un gran terapeuta, pero considero su terapia, su curación, no en el diván de las señoras histéricas sino como una curación que apunta a la humanidad entera. Freud nos promete una oportunidad, una nueva relación con el inconsciente, que no esté hecha de terror y de odio, sino que sea artística e irónica”. Freud es el “futuro de nuestra sociedad”, según las palabras del pensador colombiano Estanislao Zuleta, a propósito de ese homenaje.

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Freud tuvo importantes colegas como Carl Gustav Jung, Alfred Adler, que adhirieron a la escuela y después se apartaron de algunas de sus teorías, para darles otra orientación. Tuvo continuadores como Lacan, cuyos aportes teóricos parecen vigentes.

Gilles Deleuze, y Felix Guattari, en El Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia (1972), asumen una posición crítica frente al psicoanálisis freudiano y lacaniano, porque no están de acuerdo en que el deseo sea trasladado “al marco estrecho de la interpretación familiar, de la fatalidad edípica”; en que se “tome la palabra en el lugar del paciente”, se desvíe “su palabra por el camino de una interpretación oculta, cuya última palabra en el fondo no es más que un miserable secreto”.

Deleuze revela la existencia de nuevas sociedades de control y vigilancia, de “nuevas máquinas fluidas” como la televisión, la telemática, la televigilancia, la localización electrónica, etc., que a diferencia de la cárcel, la escuela, la familia, denunciadas por Foucault como sociedades disciplinarias, han levantado otro muro pero invisible.

En la filosofía del lenguaje sobresale Ludwig Wittgestein, (Viena 1889, Cambridge, 1951). Discípulo de Bertrand Russell en el Trinity College y profesor en la universidad de Cambridge, su libro el Tractatus lógico-philosophicus, de 1923, es un aporte a la lógica y a la filosofía del lenguaje, que habría de ejercer una notable influencia en los positivistas lógicos del Círculo de Viena.

El lenguaje se presenta como método de reflexión filosófica en su relación con el mundo para describirlo y representarlo. Al mundo pertenece la totalidad de los hechos, y a Wittgestein le interesa integrar el lenguaje en la acción. Wittgenstein, curiosamente, tuvo que compartir con Hitler, una escuela en Linz, Austria y exilarse en Londres como Freud por la persecución nazi.

Las relaciones entre sexo y carácter las trata Otto Weininger (Viena, 1880, Viena 1903), en su libro homónimo de 1903, de repercusión internacional, y su suicidio a los 23 años, le daría más proyección. El libro afirma que los seres vivientes no son iguales porque sus componentes son contrapuestos. A lo masculino le asigna un valor positivo y a lo femenino un valor amoral y negativo, por lo que fue señalado de discriminar a la mujer. Bajo estos parámetros analiza la monogamia, el adulterio, la homosexualidad y la libertad de la mujer.

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Viena tuvo otros personajes de primera magnitud, como Arthur Schnitzler, médico, amigo de Freud y escritor, que contribuyó al desarrollo de la teoría de las perturbaciones.

Como escritor se interesó por el teatro, por temas como el erotismo, la muerte,

por los problemas sociales, que trata en sus novelas. En su novela El teniente Gusti, de 1900, utiliza la técnica del monólogo interior, con lo que se anticipa a James Joyce, ya que su novela Ulises data de 1922.

Su novela El regreso de Casanova, de 1919, está dedicada al famoso seductor veneciano, cuando este ha envejecido y plantea que si a pesar de esta condición aún podría seducir a una bella y culta muchacha, alcanzaría la felicidad.

Otro notable novelista es Roberto Musil (Klagenfurt 1880-Ginebra 1942), autor de El hombre sin atributos, una de las novelas más importantes del siglo XX, junto a Ulises de James Joyce, En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, La montaña mágica de Thomas Mann.

También Hermann Broch (Viena 1886, New Haven 1951) autor de La muerte sin atributos, que recrea el imperio austrohúngaro, al que denomina despectivamente Kakania, en su decadencia y muestra cómo irrumpe la modernidad a comienzos del siglo XX.

Los personajes actúan en torno al movimiento político Acción Paralela, que propende por las reivindicaciones sociales y denuncia el nacional socialismo alemán, que moviliza al pueblo por razones emocionales más que ideológicas.

Ulrich, personaje principal, representa al hombre sin atributos, que asiste a los acontecimientos de Acción Paralela como espectador y en sus amores alterna con Leona, Bonadea y luego con Diotima, que personifica a la mujer bella y de acción pero sin inteligencia. Da la impresión que Musil tomó el nombre de Diotima, de El Banquete de Platón, que representa el amor ideal, o de Diotima, el lugar del amor de Hölderlin, poeta y filósofo alemán del siglo XVIII.

De la historia participa Ágata, hermana de Ulrich, a la que vuelve a encontrar después de sus dos fracasos matrimoniales cuya relación parece incestuosa. Arnheim, millonario prusiano, con muchos atributos y riquezas materiales, y a quien se considera un hombre con atributos, completa el cuadro de personajes de la novela.

El hombre sin atributos, es un gran fresco de la época, contiene reflexiones filosóficas y políticas, que trascienden los límites locales para convertirse en un espejo universal.

Musil también escribió Las tribulaciones del estudiante Torless (1906), su primera novela, en la que el estudiante Törless, de un colegio militar en el marco del Imperio Austro-húngaro, tiene que afrontar la sexualidad, la homosexualidad, la crueldad, la moralidad para las que trata de encontrar una explicación racional.

En esta novela la crítica ha encontrado un modelo en el que se inspiró Mario Vargas Llosa para escribir La ciudad y los perros, cuyos protagonistas son estudiantes internos del colegio Leoncio Prado de Lima.

Con su trilogía de novelas Los sonámbulos, Hermann Broch (Viena1880-New Haven, Estados Unidos 1942), es otro de los novelistas vieneses importantes del periodo de entreguerras.

De ascendencia judía, como casi todos los integrantes de su generación intelectual, se dedicó a escribir luego de estudiar matemáticas, filosofía y psicología en la universidad de Viena y de haber trabajado en la empresa textil de su familia.

Los sonámbulos, escritas entre 1932 y 1933, muestran el cambio finisecular y la imposición de la mentalidad mercantilista. Prosigue con la gran novela La muerte de Virgilio (1945), escrita durante su exilio en los Estados Unidos, que había concebido durante su detención en una prisión nazi.

La novela narra las últimas horas de vida de Virgilio, poeta latino clásico, que enfermo, poco antes de morir en una especie de delirio, mezcla el pasado y el presente, el sueño con la realidad, para explorar las posibilidades del lenguaje. Temeroso de que su obra fracase, que había escrito por recomendación del emperador Augusto, opta por destruirla.

Herman Broch, en un lenguaje lírico, barroco, hace un paralelo entre la época de Augusto y la que a él le tocó vivir y plantea si es posible el conocimiento y el arte en condiciones de crisis. Virgilio (70 a.C, 19 a.C), autor de La Eneida, cuenta el retorno accidentado de Eneas a Roma.

La marcha Radetzky, novela de Joseph Roth (Brody 1894, Paris, 1939), recrea la decadencia del imperio Austrohúngaro, en la que el emperador Francisco José I es un personaje de ficción en su largo reinado y donde aparece a la saga de los Trotta, allegados al poder. El poder de la ironía de Roth hace que el final de la historia sea trágico.

La poesía y el teatro no podían estar ausentes en Viena y Hugo Hofmann von Hofmannsthal (Viena, 1874-Viena 1929), amigo de Schnitzler, Stefan George, Rilke, de Walter Benjamin, sobresalió en esos géneros.

Como poeta escribió poemas líricos que publicaba con alguna regularidad pero lo que más le atrajo fue el teatro que le dio prestigio y la adaptación de obras de Sófocles y Calderón de la Barca. También escribió libretos para Electra de Richard Strauss, El caballero de la rosa y Helena para mencionar solo las principales.

En esta época la Ópera Nacional de Viena es el centro de atracción por la programación o estreno de los grandes valses de Johann Strauss (Viena 1825-Viena 1899) como Danubio Azul, El murciélago, o de óperas como Don Giovanni, de Mozart, que fue estrenada en 1869. Se cree que Giacomo Casanova, el famoso seductor veneciano, asesoró a Mozart en la composición de esta ópera y que él asistió a su estreno en Viena.

En la música Gustav Mahler (Kaliste, Bohemia1860-Viena 1911), que hizo estudios en el Conservatorio de Viena, fue un compositor postromántico, que se consagra por la Segunda, Tercera, Cuarta y Octava sinfonías.

Fue director del Conservatorio de 1897 a 1907, donde interpretó óperas de Wagner y Mozart. Tuvo una vida muy activa, intensa, de viajes por su trabajo musical: estuvo en Viena, Praga, Hungría y en New York, pero volvía a su querida Viena con alguna frecuencia.

Se casó con Alma Schindler, diecinueve años menor que él, lo que le causaría problemas, sobre todo cuando supo que lo traicionaba con un joven arquitecto, lo que le obligó a consultar a Freud por el trauma de los celos. Por su origen judío sufrió la hostilidad del régimen nazi que calificó sus composiciones como decadentes y “degeneradas”.

En la música Arnold Schönberg (Viena 1874-Los Ángeles 1951), considerado uno de los grandes renovadores de la música del siglo XX con Stravinsky, crea el dodecafonismo, técnica musical originada en el empleo de doce notas seriales.

En Viena había recibido clases de composición del director de orquesta Alexander von Zemlinsky, que reconoció su talento musical y alternó con el estudio de las obras de Wagner, Bach, Brahms, Mahler y Mozart.

Fue amigo de Richard Strauss, cuya influencia musical es importante en su formación, y de Gustav Mahler y es reconocido el papel, la influencia que jugaría en los compositores Alban Berg y Anton Webern como maestro.

Por la persecución nazi se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos, donde enseñó en universidades de California y los Ángeles y compuso el Cuarteto de cuerdas No. 4 y donde escribió varios libros de teoría musical.

No estuvo de acuerdo con el escritor Thomas Mann en la interpretación que le da a la música dodecafónica en su novela El doctor Faustus, en la que Mann se asesoró del filósofo y musicólogo Theodor Adorno en la parte musical. Schönberg compuso óperas, música orquesta, de cámara y vocal.

El movimiento la Secesión de Viena, que funda el pintor Gustav Klimt (Baumgarten 1862-Alsergrund 1918), llega a ser vanguardista y se destaca con Egon Schiele, pintor de la sexualidad y Oscar Kokoschka, sus discípulos.

Klimt, profesor de la universidad de Viena, es asociado a Freud por coincidir en la pintura de la sociedad. Catalogado como modernista y simbolista, Klimt se inspiró en el desnudo femenino y en la soledad humana para pintar la que quizás sea la etapa más representativa de su obra.

Contemporáneo de Klimt es Kokoschka (Pochlarn 1886 - Villeneuve, Suiza, 1980), que había estudiado en la Escuela de Artes y oficios de Viena y se caracteriza por sus retratos y paisajes impresionistas. No solo fue pintor sino que escribió poemas y la obra de teatro El asesino, la esperanza de las mujeres.

Se ha intentado dar una visión de la Viena finisecular y la de las cuatro décadas del siglo XX, de dos generaciones que brillaron en la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, la música, y colocaron a la capital austríaca en la cima de la cultura universal.

Por Édgar Bastidas Urresty

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