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Los juegos mentales con los que extorsionan en el Valle de Aburrá

Las modalidades del “falso servicio” y “tío tía” siguen dejando víctimas en Antioquia. Le contamos qué hacer.

  • Según el Gaula de la Policía, estos engaños obedecen a una modalidad de extorsión carcelaria, realizada por presos. FOTO camilo suárez
    Según el Gaula de la Policía, estos engaños obedecen a una modalidad de extorsión carcelaria, realizada por presos. FOTO camilo suárez
  • Uno de los volantes que distribuye el Gaula de la Policía, alertando sobre la extorsión carcelaria. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
    Uno de los volantes que distribuye el Gaula de la Policía, alertando sobre la extorsión carcelaria. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
23 de junio de 2021
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Una cita para cotizar un servicio en zona rural de Antioquia, terminó involucrando a Guillermo* y sus allegados en un macabro juego mental, en el que hábiles embaucadores los sumergieron en un infierno de 120 minutos.

La historia comenzó cuando a su empresa, dedicada a la instalación de mobiliario para laboratorios, llamó un hombre interesado en que le instalaran una estantería para el montaje de una quesera, en la vereda San Isidro del municipio de Donmatías.

Para conocer el lugar, Guillermo partió el pasado 15 de junio en su automóvil. Salió a las 7:00 a.m. de Sabaneta, rumbo a la dirección que el cliente dio por Whatsapp. Lejos estaba de saber que es un engaño popularizado en Colombia, y cuyos perpetradores suelen ser bandidos atrincherados en las prisiones del país.

“Cuando llegué a la carretera destapada, el cliente me pidió los datos del carro, que por seguridad. No sospeché y le di la placa y la descripción”, contó el asesor comercial.

Y prosiguió: “Al poco tiempo me llamó otro señor, ‘Antonio’, dijo que era encargado de la seguridad del sector. Que debía verificar que sí fuera yo el enviado de la empresa y pidió el teléfono de allegados para verificar. Fue tan convincente, que le di los números de mi jefe y mi novia”.

El mismo sujeto llamó a esas personas diciendo que pertenecía a una disidencia de las Farc, y que Guillermo estaba secuestrado. Con los datos de su ubicación, su trabajo y del carro, hicieron más persuasiva la amenaza y pidieron $21’500.000 de rescate.

Luego, el tal “Antonio” le dijo a Guillermo que se estacionara y desactivara los datos de internet del celular, que porque eso “interfería con un aparato interceptador de señales con el que lo seguían”.

A continuación llamó otro personaje, “Sebastián”, indicando que era el comandante de la disidencia y que iban a multar al cliente, por no haber avisado que tendría visitas en esa zona dominada por ellos.

En ese momento, el vendedor ya estaba asustado. Sospechaba de cualquier moto o carro que pasaba por la carretera, pensando que podría ser uno de esos disidentes que lo vigilaban. “Juegan mucho con la mente de uno”, expresó.

El clímax de la farsa llegó cuando “Sebastián” hizo una llamada tripartita (en conferencia) entre él, Guillermo y su novia. Al vendedor le advirtió que solo respondiera con monosílabos, sí o no; tras escucharlo, la mujer creyó que estaba en poder de los exguerrilleros y accedió al pago.

El engaño duró dos horas, con llamadas constantes, en las que bajaron sus pretensiones a $9’700.000. La pareja dijo que no podía conseguir toda la suma, que de momento tenía $2 millones.

Los delincuentes presionaron para que consignara a una cuenta de ahorros, y ella hizo la transacción por celular.

En su soledad en la carretera, Guillermo desconocía que ese dinero había sido transferido. A él lo seguían tramando con el cuento de que esperara, que el cliente ya iba a pagar la multa para autorizar su visita. “No conteste otras llamadas, hagamos las cosas tranquilos, y no pasa nada”, le advertían.

“Sebastián” le exigió $18 millones de multa a Guillermo, y este le dijo que no los tenía. Luego bajó la cifra a $9 millones, alegando que le querían “colaborar”, y que ese dinero sería para medicamentos contra la Leishmaniasis que padecían sus “combatientes”.

La víctima rogó que lo dejaran regresar a Medellín para conseguir la plata, pero ellos se oponían, alegando que iban a enviar a alguien para quemarle el carro. Mientras esto pasaba en la vereda, su familia ya había contactado al Gaula.

Al ver que nadie aparecía, Guillermo abordó el coche y aceleró como nunca en su vida. “Estaba muerto del susto, el recorrido que antes me tomó 30 minutos, lo hice en 10, volví nada el carro, me metí a huecos, lo golpeé por debajo. Al salir a la vía principal, sonó el teléfono y me atreví a contestar. Era una mujer del Gaula, me explicó lo que estaba pasando”.

Volvió a activar los datos de internet y empezaron a entrarle todos los mensajes atrasados de familia y compañeros. Llamó a su novia y juntos lloraron, “sentí rabia por haber caído, y entendí por qué tanta gente es víctima, te sacan de una zona de confort y juegan contigo”.

Uno de los volantes que distribuye el Gaula de la Policía, alertando sobre la extorsión carcelaria. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
Uno de los volantes que distribuye el Gaula de la Policía, alertando sobre la extorsión carcelaria. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.

“¡Papito, ayúdeme!”

Dos días antes del sufrimiento de Guillermo, el turno fue para Bernardo*, un periodista jubilado de 62 años, residente en La Estrella. A las 8:30 a.m., su hija de 26 lo llamó para decirle que iba para Bello, a visitar a una familiar.

A los 30 minutos entró una llamada al teléfono fijo, en la que una joven gritaba y lloraba, diciendo “¡papito, me pasó algo muy grave, me accidenté, ayúdeme!”. “¡Guevón, no sé cómo hicieron, pero la voz y el llanto eran iguales al de mi hija!”, contó el reportero.

En breve pasó al teléfono un supuesto teniente de la Policía, quien le contó que la hija estaba involucrada en un accidente en la avenida Regional, en el que una niña quedó herida. Con el pretexto de que se oía mal, le pidió el número del celular.

“Mire, yo le quiero colaborar, para no meter a su hija a la cárcel, pero aquí estoy arriesgando mi carrera”, afirmó el interlocutor, ahora por el dispositivo móvil. “La niña herida está en la clínica Soma y necesita una droga que vale $1’800.000”, siguió el embaucador, y dio un número de cuenta para la consignación.

Con su espíritu de reportero, Bernardo comenzó a hacer preguntas: ¿dónde está el guarda de tránsito? ¿En qué lugar exacto fue el accidente? ¿Cómo se llama la niña? “Le pregunté a mi supuesta hija que cuántas rayitas tenía la gorra del teniente, y dijo que tres; me pareció raro, porque esas son las del grado de capitán”, indicó.

Cada vez que la víctima pretendía tomarse una pausa para racionalizar, la actriz pasaba al teléfono para gritar “¡papito, usted no me quiere ayudar!”, o el farsante ordenaba “páseme a otra persona, que usted está alterado y así no le podemos colaborar”.

La esposa de Bernardo pasó al teléfono, y aunque terminó sollozando, vio una salida inteligente: “El tipo no permitía que colgáramos, supongo que para entretenernos y no buscáramos a mi hija, así que mi señora le dijo que salimos en el carro y ya íbamos a entrar al banco, y que el celador ordenó guardar el celular”.

Así, Bernardo llamó a un amigo abogado para pedirle ayuda, y este le advirtió que parecía una trampa.

La pareja no consignó la plata, pero aun así condujo hasta la Soma. “El vigilante nos dijo que no había ingresado ningún accidentado y que ese cuento ya lo había escuchado. Me preocupé porque mi hija no contestaba las llamadas, entonces pensé que tal vez la habían secuestrado en un falso retén”, recordó.

Corrió desde la clínica hasta el comando de la Policía Metropolitana, en la avenida Oriental, para pedirle ayuda a quienes fueron sus fuentes antes de la jubilación. Allí insistieron en las llamadas, hasta que la hija por fin contestó: estaba trotando en el estadio, desconectada del celular.

El abogado llamó al embaucador y le metió una insultada que haría ruborizar al diablo. Así terminaron otras dos horas de horror.

Medidas preventivas

El mayor Gabriel Niño, comandante del Gaula de la Policía Metropolitana, contó que este año se han atendido dos casos semanales de estas extorsiones mezcladas con engaños. Aclaró que esa estadística no refleja la cantidad de hechos que ocurren, porque muchas víctimas no denuncian. “Todo esto se trata de doblegar la voluntad de las personas con palabras, por parte de delincuentes encarcelados”, apreció.

La modalidad del “falso servicio”, como la que le hicieron a Guillermo, se la han aplicado a otros profesionales dedicados a trabajar a domicilio fuera del Valle de Aburrá: fisioterapeutas, enfermeros, veterinarios y choferes de ambulancia; empleados de grúas, de empresas de acarreos y transporte particular con APP; topógrafos e instaladores de aire acondicionado.

El oficial compartió la lista de cosas que se debe hacer ante esta situación: 1). Confirme la identidad del cliente que solicita el servicio, bien sea a través de terceros, colegas o por internet. 2). Exija un adelanto del pago antes de ir a la zona. 3). Si camino al lugar recibe llamadas en las que empiezan a modificarle la dirección, deténgase y pídale al interlocutor que se encuentren en el pueblo. 4). Si lo llaman de parte de un supuesto grupo armado, cuelgue y devuélvase.

“Casi siempre piden entre $10 y $20 millones, luego rebajan sus pretensiones a $2 millones o $500.000, lo que la víctima tenga a la mano, para asegurar su robo”, precisó.

En las llamadas compartidas, el delincuente intimida a la víctima para que no le hable más de la cuenta a su familiar, que solo requiere escuchar su voz unos segundos para “confirmar” la historia.

La recomendación para los allegados es comunicarse al Gaula para recibir asesoría.

Sobre la modalidad de “tío tía”, como la que le hicieron a Bernardo, Niño explicó la razón por la que las víctimas creen que están oyendo la voz de sus seres queridos: “Cuando usted está tranquilo, y de repente recibe una llamada trágica, su mente entra en shock. Súmele los gritos de la persona que dice ser su hijo o sobrino, esto evita que haya una racionalización inmediata, la gente actúa por pánico”.

A veces los bandidos recogen información previa para reforzar su fábula. Simulan ser agentes de telemercadeo, llamando al azar a ofrecer descuentos bancarios, servicios de salud o promociones turísticas para usted y su familia.

El embuste siempre se relaciona con la captura de un familiar por un accidente vial, porte ilegal de armas o de drogas. “Aquí lo importante es colgar, eso desarma al delincuente”, reiteró Niño.

En estas situaciones, el desespero de los familiares juega a favor de los pillos, en especial cuando llaman a su ser querido y este no contesta.

“En esos casos, llamen al Gaula, para que nosotros verifiquemos de dónde provienen las llamadas extorsivas, y le ayudemos a buscar a la persona”, acotó el mayor. Lo otro es tomarse una pausa para pensar e invocar la lógica, pues en cada juego mental siempre hay algo que no encaja, y que las víctimas solo notan después, cuando ya sufrieron un infierno en vida.

*Identidades protegidas.

165
es la línea telefónica gratuita del Gaula de la Policía Nacional.
147
es la línea gratuita del Gaula Militar, para casos de extorsión y secuestro.

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