Esta fue la generación que nació inmersa en las redes sociales.

Por otro lado, encontramos a la ‘generación Y’ o los famosos ‘milennials’ (nacidos entre 1980 y 1999). Estos pudieron disfrutar de la apertura de los medios de comunicación y usan las redes sociales para descomprimir su afán diario. Una de sus principales características es su narcisismo o necesidad de adoración y reconocimiento, pero se supone que son una generación resistente al cambio y orientada a resultados. Y por último tenemos a las dos generaciones mayores: los ‘Baby boomers’ y la ‘Generación X’  (nacidos entre 1946 y 1964; y entre 1965 y 1980 respectivamente). Ellos fueron los que pelearon por los derechos de las mujeres, el derecho al divorcio y otras libertades civiles. Son equilibrados, y se enfocaron en el largo plazo, en tener una casa y una pensión.

Sin embargo, entrando en el contexto de la pelota, que es lo que nos importa, no existe una división alguna entre generaciones. Todos actúan ante la pasión de unos resultados e idealizan jugadores, entrenadores, periodistas y demás actores solo por una tendencia, y no por una decisión consensuada, estudiada y critica. En el fútbol todos van a donde va la mayoría, sin importar las edades.

Es muy curioso porque supone uno que con la edad llega el respeto a los procesos y a entender que, en la vida al éxito no se llega en un suspiro, sino que toca caminar, caminar y caminar hasta llegar a la cima. Después de todo, como escribiera el profesor Zubeldía en el pizarrón de Old Trafford, donde salió campeón del mundo con Estudiantes de la Plata, a la gloria no se llega por un camino de rosas. No obstante, sin importar la edad, a todos los actores del deporte se les piden resultados inmediatos: un DT no puede perder tres partidos, un jugador no puede estar mal un fin de semana, un periodista no puede errar un concepto, nada. El fútbol debe ser perfecto, aunque por dentro nosotros no lo seamos.

Así las cosas, parece ser que la tendencia es la de la ‘Generación Iracunda’. Todo debe ser frenético. El mundo gira, la pelota también, y no hay tiempo para parar, reflexionar y mejorar. Todo tiene que ser ya. Hoy hablamos de Queiroz como el desastre más grande que le ocurrió al país, cuando hace un mes hablaban de su impresionante tranquilidad e inteligencia. Confundimos todo, mezclamos todo y, dependiendo del personaje, decidimos si nos importa su integridad como persona o no. Hoy decimos que James es un desastre, pero el fin de semana lo vemos y lo aplaudimos, nos interesa poco entender, nos encanta solo juzgar, disfrutamos viendo la caída mientras sufrimos viendo la subida.

No me imagino si juzgáramos con la misma dureza nuestras propias carreras profesionales con la que juzgamos las carreras de los futbolistas. Se imaginan ustedes los compañeros diciendo: “Se tiene que ir, no sabe trabajar, compró el cartón donde Peñalosa compro su título”, o el presidente de la empresa diciéndote: “Lo hiciste muy bien, pero fuiste el segundo en ventas, no nos sirve, te vas”, en una empresa que ni registro de Cámara de Comercio tiene.

Parece loco, pero el futbol lo vemos así. Estamos todos los días, a toda hora, buscando culpables, desmeritando triunfos y procesos. Porque la verdad es que creemos que nos importa el resultado, pero no, nos importa es que los demás fracasen para ocultar nuestra realidad. Despotricamos la vida del otro, mientras cada uno tiene su rancho ardiendo. Y mientras el mundo del fútbol llora la partida de Diego Armando Maradona en un evento sin precedentes, la ‘Generación Iracunda’ busca cualquier excusa para desmerecerlo. Nada les sirve.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.