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No es la primera vez que el diablo se aparece (o se habla de uno) en Medellín: ya lo había hecho hace 15 años cuando en plena Semana Santa hizo su supuesta presencia en una discoteca.
En esa ocasión, una joven narró que le vio las pezuñas y sintió el olor a azufre mientras bailaban en la pista. Alguien lanzó el rumor y este se regó como bola de nieve y las versiones sobraron, en cada una de ellas lo describían de una manera distinta.
Desde entonces no se hablaba tanto de un diablo en la ciudad hasta que esta semana apareció el del Carnaval de Riosucio en Parques del Río, en forma de una gigante figura, que hará parte del alumbrado navideño de EPM, que este año tiene como tema “La magia de Colombia ilumina la Navidad”.
A diferencia de esa aparición en la discoteca, que tuvo connnotación religiosa, que algunos consideraron un castigo por estar bailando en Semana Santa, el de Riosucio es otra cosa.
No se trata del diablo católico, más bien sus orígenes tienen que ver con la fundación del municipio y el encuentro de tres culturas. Detrás hay todo un simbolismo y un juego. “En él se concentran las tradiciones ancestrales, raizales y es su fiel guardián. Es el adalid y motor de la alegría y júbilos colectivos”, comenta Aníbal Alzate, matachín y cuadrillero del Carnaval de Riosucio.
Igual sucede con otras fiestas, como las de Santa Fe Antioquia (Los Diablitos), donde la figura adquiere otro significado más allá del religioso.
El profesor, antropólogo y filósofo Hernán Darío Gil, del Departamento de Humanidades de UPB, señala que en estos casos el diablo representa esa dicotomía del hombre entre el festejo y el trabajo, entre la obligación y el ocio. “Es el par de oposición a lo que supuestamente se debe hacer, es la forma de verse como le gustaría ser en la vida cotidiana”.
Julián Ramírez Eusse, psicólogo, magíster en Neuropsicología y educación y docente del departamento de psicología de Uniminuto, relata que su presencia se remonta a la antigua Grecia (mucho antes de la fundación del catolicismo), donde se asociaba con una presencia sobrenatural a la que le atribuían ser el mensajero de las malas noticias.
“Luego en Israel, los antiguos judíos le atribuían las cosas buenas, como la abundancia y las cosechas, a sus reyes, pero cuando aparecían tragedias y fenómenos naturales decían que eran cosas del diablo, figura que se fue arraigando a partir de la religión judeocristiana hasta lo que tenemos hoy”, dice el académico.
Cuenta que no necesariamente cuando se habla del demonio tiene que ver con ese ser de cuernos y cola, sino con una deidad sobrenatural asociada a la eterna pugna entre el bien y el mal. “A partir de esto entra el diablo con todos sus nombres y representaciones en las diferentes religiones”.
En la serie Lucifer (protagonizada por Tom Ellis), de Netflix, por ejemplo, el personaje central de la historia, el mismo diablo, se queja constantemente de que le echan la culpa de todos los males, mientras que es el hombre el que ejecuta esas acciones.
El profesor Hernán Darío Gil señala que la figura del diablo es necesaria para recordar que existe lo bueno y lo malo, “una idea que nos lleva a plantear que hay caminos correctos y erróneos”.
El mismo escritor y filósofo Fernando González, en el libro Viaje a Pie (1929), hace referencia a que la figura del diablo es un argumento de la iglesia para sostener la figura de Dios.
En ese sentido, el profesor Gil recalca que sin el mal no existiría el bien y viceversa. “Son pares que se oponen, pero que se necesitan para subsistir”.
Añade que el problema es que ahora “nadie se va para el infierno, ese discurso desapareció, porque estamos armando una sociedad con una sola cara en la que todo el mundo se va para el cielo, inclusive los más grandes corruptos y ladrones del país hablan de Dios. El par de oposición ya no existe”.
de enero día
clásico del Carnaval
de Riosucio, Caldas.