Por Andrés Duque Gutiérrez
Universidad de Antioquia
Facultad de Derecho, cuarto semestre andres.gutid@gmail.com
La famosa autonomía universitaria no exime al campus de posibles intervenciones por parte de la fuerza pública. Hizo bien el alcalde en activar el protocolo inicial, anunciando a los estudiantes la entrada inminente del Esmad durante las horas siguientes a los primeros reportes de violencia.
Los estudiantes, que sabemos muy bien (y eso nadie lo discute) que el Esmade en algunos casos ejerce un control desproporcionado de la fuerza (si es que no en todos los casos), tuvieron la oportunidad de abandonar las instalaciones de la Universidad de Antioquia con antelación para evitar cualquier tipo de problemas.
Algunos decidieron quedarse adentro, ignorando lo peligroso que esto resulta. Los únicos que si entendieron el llamado (aunque ya muy tarde) fueron los famosos encapuchados que, una vez sintieron el rigor de la fuerza pública, se esfumaron y dejaron a sus compañeros (estudiantes indefensos que se quedaron al interior de la Universidad grabando el espectáculo de violencia o simplemente resistiendo como una forma de protesta) a merced del Esmad, el mismo grupo que, por orden del Alcalde, les dio la oportunidad de abandonar la Universidad de manera controlada un par de horas antes.
PD 1. Bien por la Alcaldía que agotó los mecanismos iniciales contemplados en el protocolo antes de invadir el campus para reprimir a encapuchados.
Mal por los capuchos que siguen generando violencia al interior del Alma Mater. Mal por los estudiantes que no atendieron el llamado e ignoraron el protocolo inicial de evacuación.
Bien por los estudiantes que atendieron las recomendaciones de seguridad y abandonaron el lugar antes del ingreso del Esmad.
PD 2. No podemos pretender prescindir del mecanismo del protocolo y volver a la práctica común de luchar desde los dos polos: 1. Los capuchos adentro de la Universidad atrincherados tirando papabombas a lo loco y 2. El Esmad sobre la calle Barranquilla reprimiendo hasta el cansancio de forma desproporcionada. Una lucha sin sentido que termina cuando uno de los dos se cansa o en su defecto, cuando hay un muerto.
La autonomía universitaria no se hace cargo del orden público, pero tampoco quiere que intervengan en él.
Como diría Juan Gómez Martínez en una de sus últimas columnas en EL COLOMBIANO: “¡Así se hace, Alcalde!”
El debate sigue abierto.
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