Tras las huellas del oso andino: una especie en peligro

El oso andino, conocido como oso de “anteojos”, es una especie amenazada catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Es única en Suramérica: se encuentra en Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, y Venezuela. Poder avistar esta especie es una lotería. Esta fue la travesía en busca del oso en el Parque Nacional Natural Chingaza.

Martín Elías Pacheco - @martineliasp
21 de febrero de 2020 - 06:00 p. m.
En Chingaza se estima que hay entre 50 y 60 osos andinos.  / Twitter @angieparra10
En Chingaza se estima que hay entre 50 y 60 osos andinos. / Twitter @angieparra10

La travesía comenzó desde la sede de Parques Nacionales Naturales en la calle 74 con 11 en Bogotá. El objetivo: poder avistar al oso andino en el Parque Natural Chingaza. Todos llevaban listas las cámaras fotográficas y los dispositivos móviles para capturar esta especie que pocos han visto en la vida. Emprendimos el viaje a bordo de un carro a las 08:30 a.m. 

Robert Márquez, coordinador de la Alianza Conservación del Oso Andino, lleva 21 años investigando los comportamientos del oso, y nunca lo ha visto. Eso contó en medio de risas mientras daba una charla antes de llegar al sendero del oso, el cual se encuentra en el páramo de Chingaza, aproximadamente a 4.000 metros de altitud. Junto a Robert, iba Ángela Parra y Mauricio Vela, expertos en esta especie. 

El territorio de Chingaza es comprendido por siete municipios de Cundinamarca: Fómeque, Choachí, La Calera, Guasca, Junín, Gachalá y Medina; y cuatro municipios del Meta: San Juanito, El Calvario, Restrepo y Cumaral. 

La ruta que emprendimos para llegar hasta el páramo fue la del corregimiento de La Calera en Cundinamarca. Un vallenato del Binomio de oro sonaba en la radio, mientras algunas personas terminaban de acomodarse en los asientos. “El camino es un poco largo”, dijo Ángela Parra, Bióloga de Parques Naturales. Ángela llevaba puesta una chaqueta azul turquí con el escudo de la empresa que, justamente, tiene pintado un oso andino, una palma de cera y la Sierra Nevada de Santa Marta. 

El ascenso de montañas había comenzado. Lo empecé a sentir porque los oídos comenzaron a llenarse de aire debido a la altura. Salimos del casco urbano del municipio de la Calera, y entramos a una vía destapada, pasando por las ruinas de Cemento Samper y la vereda Buenos Aires. Aunque todos estábamos a la expectativa de ver el oso andino, fue un espectáculo ver las ruinas de una cementera que dejó de funcionar desde el año 1999. 

Nosotros continuamos porque lo importante en ese momento era avistar el oso de anteojos. Una especie que, según Robert, en 30 años podrá perder el 30% de su población sino se toman medidas para preservar su hábitat. Esta es una de las razones por la que se considera especie amenazada catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Aunque Chingaza es uno de los pocos lugares donde se puede avistar el oso, esta especie se encuentra en 22 de las 59 áreas protegidas de Parques Naturales. “Por la presencia de actores armados se dificulta el acceso a los avistamientos de la especie en otros Parques”, explicó Ángela. 

Hicimos la primera parada a las 09:05 a.m. El paisaje estaba despejado. La luz del sol y el frío del lugar daban una sensación de paz. Desde ese punto se avistaba una que otra vaca y un par de casas en medio de las colinas de las montañas. Ángela contó que nos encontrábamos en zonas de amortiguación, las cuales son terrenos aledaños al parque. En ese momento conocimos dos elementos de la dieta del oso: la uva camarona y la puya. 

Una de las principales actividades humanas que afectan el hábitat del oso andino es la ganadería. Esta actividad requiere grandes extensiones de terrenos, invadiendo el hábitat natural de esta especie. Mauricio Vela, investigador y líder de mamíferos grandes del Wildlife Conservation Society (WCS) de Colombia, encontró que los dueños del ganado consideran que este animal significa un peligro para la actividad. “La idea errónea de que son depredadores de ganado genera un problema de conservación, pues los quieren asesinar. En Colombia se ha registrado un solo caso en el que los osos han afectado la ganadería, y fue en Chingaza en 1997”, enfatizó Vela.

Ángela cuenta que los trabajos con las comunidades en el tema de la concientización avanzan muy bien, pues muchos campesinos están dejando de ver al oso como una amenaza.

Los expertos explican que quizás una de las razones por la que los agricultores y ganaderos han dejado de cazar al oso, se debe a que en junio de 2016 un cazador fue condenado a cinco años de prisión domiciliaria por asesinar a un oso con el argumento de que había matado a una vaca. 

En el país existe la ley 1774 de 2016 contra el maltrato animal, la cual rechaza y condena todo acto de violencia contra los animales. Los responsables de asesinar o causar lesiones a las especies deben enfrentar penas de prisión entre 12 y 36 meses. Y una multa entre cinco y sesenta salarios mínimos legales vigente ($4´390.000 y 52´680.000). 

El oso se considera  una especie sombrilla. ¿La razón?, porque requiere de grandes extensiones de hábitats en buen estado para sobrevivir: un macho necesita 59 km cuadrados, y una hembra 14.5 km cuadrados. Por ejemplo, Robert ha investigado que las frutas que se come el oso no les destruye las semillas, sino que las expulsa en el excremento, aumentando el grado de fertilidad. Además, en el proceso de alimentación en las ramas de los árboles, los osos permite el ingreso de luz solar que necesitan algunas plantas para crecer en el bosque. 

A las 10:06 a.m. estábamos en Piedras Gordas: filtro principal del Parque Chingaza. Ahí se encuentra una cabaña con paredes blancas, y un techo de madera con palma. El frío estaba más intenso. No se podía calcular la temperatura porque la señal de celular la perdimos en el camino. Ángela dio la bienvenida y dijo que era una parada obligada para turistas, y toda persona que quiera conocer Chingaza. 

Hay una baranda amarilla que funciona como peaje. No cobran. En ese punto los visitantes deben llevar los tiquetes que compraron previamente. El costo oscila entre $16.000 y $55.000. Lo único permitido para transportarse desde ese punto hacia dentro de Chingaza es un carro. 

Llegó un punto donde sentí dificultad para respirar, pero no dije nada. En el camino todos iban atentos al oso andino. Muchos se confundieron con sombras negras que forma la vegetación. Pero nada.  A los 3.700 metros de altitud nos encontramos con unas montañas rocosas que parecían una “ciudad perdida”. Había en el camino dos altares de la virgen del Carmen, quizá una señal de la fuerte presencia de catolicismo en el país desde tiempos ancestrales. “Mira, mira, un venado” gritó alguien. Ahí estaba el animal: no es muy alto, piel amarilla y dos cachos pronunciados. Parece un ternero.

“La clave es el silencio”, para avistar el oso no debemos hacer ruido, dice Óscar. El silencio tardó en llegar un par de minutos. Empezamos a descender en fila india, mientras el guardaparque nos contaba que ya perdió la cuenta de las veces que ha visto al oso. 

A las 04:02 p.m. estábamos en medio del hábitat del oso, a la expectativa de avistar el animal. Mientras esperábamos el momento cumbre, Mauricio Vela enseñó una trampa para atrapar osos, es un cajón de metal de aproximadamente tres metros de largo y uno de ancho. Seu se llama el único oso que han podido atrapar de manera exitosa. “Capturar al oso andino costó $35´000.000”, dijo Vela, quien explicó que esto se hace para colgarle un collar que les ayuda a estudiar los comportamientos de la especie en su hábitat. 

Las marcas de las garras en los árboles, y las huellas de un pie gigante en el lodo de una laguna fueron señal de que estábamos en tierras ajenas. En esta época del año las horas para poder ver el oso son entre 06:00 a.m. y 10 a.m.; y desde las 02:00 p.m. hasta las 06:00 p.m.

Por Martín Elías Pacheco - @martineliasp

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