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El presente busca superar el pasado en El Salado

Se cumplen 20 años de la masacre paramilitar que duró tres días y le arrebató la vida a 60 personas.

  • Tanto la iglesia, como algunas calles de El Salado parecen suspendidos en el tiempo. Hay poca inversión en ese corregimiento. FOTO cortesía unidad para las víctimas.
    Tanto la iglesia, como algunas calles de El Salado parecen suspendidos en el tiempo. Hay poca inversión en ese corregimiento. FOTO cortesía unidad para las víctimas.

Los recuerdos y la experiencia vivida hace 20 años con la masacre en El Salado (El Carmen de Bolívar - Bolívar) se convirtieron en un impulso para que Yaniris María Torres no dejara de trabajar por su familia y la comunidad.

La supervivencia y la resistencia se convirtieron en sus principales virtudes y por eso ahora puede decir con orgullo que hace parte de la Red de Mujeres Salaeras Resistentes en el Territorio, una organización social que creó con una amiga y que ahora reúne a 64 mujeres de todas las veredas de El Salado.

Trabajan por sus derechos y por un futuro diferente, con proyectos productivos liderados por ellas y para ellas. Afirma Yaniris que no han recibido apoyo, pero que eso no ha sido impedimento para la red y para que cada una de las mujeres sean lideresas en sus veredas, con voz y voto para definir el futuro de sus comunidades.

“Desde mi retorno al pueblo busqué la manera de salir adelante. No lo niego, no quería regresar porque lo que vivimos fue muy duro, pero mi papá no tuvo otra opción que volvernos a traer a mí y a mis nueve hermanos”, cuenta Yaniris quien para el momento de la masacre tenía 11 años.

A esa corta edad le tocó huir del pueblo cuando el recorrido de sangre paramilitar empezó. “Vivíamos en la vereda San Pedrito y nos tocó salir corriendo porque esa gente ya estaba matando al que se encontrara. De alguna manera logramos huir de la zona y terminamos en Sucre, con la familia de mi mamá”.

Pero la mala suerte no terminó allí para Yaniris y su familia. Ella cuenta que después de dos años tuvieron que volver al corregimiento, una vez más como desplazados. “Donde estábamos consideraban guerrillero a todo aquel que fuera de El Salado y a mi papá lo iban a matar, por eso le digo que no tuvo más opción que volver con todos”, recuerda.

Los problemas no pararon allí. Su antiguo hogar ya no existía, la vereda San Pedrito desapareció tras la masacre. “Nos tocó vivir en otra parte y sin estudio, pues las escuelas ya no existían. De todas formas ayudamos a mi papá en el trabajo y todos fuimos armando nuestro futuro, yo me convencí que el mío era trabajar por las mujeres de esta comunidad”, afirma.

Difícil de superar

El olvido estatal ayuda a que los fantasmas del pasado sigan espantando en las calles de El Salado.

El pueblo aún tiene casas y calles que parecen suspendidas en esa época en la que Salvatore Mancuso, Rodrigo Tovar Pupo alias “Jorge 40” y John Henao “H2” (delegado de Carlos Castaño), coordinaron la llegada de 450 paramilitares que tenían la misión de asesinar a quien estuviera en el camino de expulsar a la guerrilla de las Farc, específicamente al frente 37 comandado por “Martín Caballero”.

Esa orden fue cumplida de principio a fin, los “paras” se dividieron en tres grupos (ver infografía) y a su paso fueron matando campesinos sin ningún tipo de piedad.

Tardaron dos días en recorrer veredas para llegar al casco urbano. En efecto se encontraron con los guerrilleros que emprendieron la retirada al ver que eran superados en número y porque los paramilitares contaban con un helicóptero equipado con ametralladoras.

La salida del frente 37 de las Farc no frenó el avance de las autodefensas y la matanza de civiles se trasladó al centro urbano de El Salado. Cada muerto fue “celebrado” por los delincuentes quienes se apoderaron de los instrumentos de la casa de la cultura y los tocaban con el tronar de las balas.

“Cuanto muerto mataban, tocaban. Tocaban tambora, tocaban acordeón y todo. Eso era una fiesta para ellos”, dicen las memorias de los sobrevivientes en el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica sobre esta masacre.

Fueron tres días de barbarie, en los que no hubo el más mínimo intento de ser evitada o frenada por la Fuerza Pública, específicamente la Infantería de Marina de la Armada, institución que tenía esa zona en su jurisdicción.

Según la investigación de Memoria Histórica, el batallón de Infantería de Marina “no interfirió el avance paramilitar” porque recibió órdenes de la Primera Brigada de trasladarse a otros municipios (Córdoba y Zambrano) para ubicar 400 cabezas de ganado que supuestamente se habían robado las Farc. La zona había quedado libre para la movilidad de los 450 paramilitares.

Justicia y reparación

La Sala de Justicia y Paz de Bogotá condenó, en noviembre de 2014, a Salvatore Mancuso entre otras cosas por la masacre de El Salado, por el homicidio de 58 personas y el desplazamiento forzado de 2.570, sin embargo las víctimas aseguran que no ha habido justicia suficiente para ellos. Y es que “Jorge 40” fue excluido de Justicia y Paz el 22 de junio de 2015 por incumplir los compromisos y en esa jurisdicción no hay sentencias en contra de los otros responsables de liderar la matanza.

Tampoco han sido para ellos suficiente la reparación, como lo indicó Jorge Tapia, quien perdió a sus padres Néstor Aníbal Tapias Arias y Judith Margoth Fernández Ochoa ese 18 de febrero, tuvo que desplazarse para nunca volver y aún no ha sido reparado de ninguna forma.

Hasta el momento, según la Unidad para las Víctimas, el plan de reparación colectiva de El Salado, que fue el primer piloto en el país, tiene un avance del 40,5 %, con una inversión de 480 millones de pesos desde el 2014.

Dentro del plan hay contempladas un total de 37 acciones reparadoras, dentro de las cuales nueve son de Garantías de No Repetición, 20 de Restitución, y ocho de Satisfacción.

“Lo que le pedimos al Gobierno es que mire las condiciones que hay hoy en El Salado que no nos permiten volver a quienes quieren hacerlo, y que nos ayuden a cerrar esas heridas que aún siguen abiertas porque nos sentimos abandonados”, dijo Tapia desde el exilio en Barranquilla.

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