Si se argumentara que McDonalds es un buen proveedor para los comedores escolares porque su servicio es simple y conocido, las quejas no se demorarían gracias a la concientización previa sobre qué es una dieta sana. Sin embargo, cuando las corporaciones entran en las aulas las alarmas no se encienden.

Por eso, es una buena señal lo ocurrido en Cataluña. Allí la suite “educativa” de Google es resistida por familias asesoradas por la ONG Xnet. Las preocupaciones: en primer lugar, que los datos alojados en servidores extranjeros permiten una radiografía de la evolución de los pequeños catalanes, información clave para influir en sus gustos e intereses (pensemos en Cambridge Analytica). Por otro lado, los usuarios tienden a utilizar herramientas que ya conocen, por tanto es probable que las prioricen en adelante. Por último, y no menor, la plataforma educativa de Google no fue pensada para enseñar: su versatilidad y su potencia pedagógica son limitadas comparándolas con plataformas como Moodle, de software libre, diseñada por una comunidad internacional con el objetivo de (¡sorpresa!) potenciar la educación.

Cataluña no está sola: en Uruguay el plan Ceibal se asoció en 2007 con Google pese a las resistencias de algunas organizaciones. En Argentina se buscó una alternativa al lanzar las PC del plan Conectar Igualdad: traían Windows y Huayra, versión de GNU/Linux diseñada para las aulas; en cambio las últimas PC del Plan Sarmiento entregadas en CABA usan solo Windows 10 de Microsoft, un sistema operativo que recolecta datos como modelo de negocios y en las que no se evitó que cámara y micrófono vinieran compartidos. A su vez, en las escuelas de CABA se exige el uso de la plataforma privativa Edmodo y se la promueve, entre otras cosas, por su parecido a la "amigable" red social Facebook.

Es un desperdicio que las escuelas trabajen con herramientas que priorizan lo conocido y sencillo por sobre el potencial pedagógico. La diferencia es sustancial: mientras Moodle permite crear escenarios de aprendizaje enriquecidos, los otros entornos consienten la mera incorporación de Internet en la interacción educativa, sea en forma de red social, sea combinando los servicios de Google. Cuesta creer que sigamos eligiendo plataformas enlatadas para las instituciones, entornos pensados por unos pocos expertos alejados de nuestras aulas, con una gratuidad condicionada por el uso de los datos. Apartándonos de la idea de que lo simple es mejor, quedan solo ventajas en la elección de un entorno como Moodle: hecho entre pares para fomentar el trabajo entre pares; con herramientas que en su estructura dan lugar a la colaboración como construcción colectiva (por ejemplo, el glosario colaborativo); de libre descarga y código abierto con eje en la pedagogía y en evitar rastrear información vital que dejan niños y niñas a lo largo de su desarrollo.

Gracias a Julian Assange, Edward Snowden y otros hemos perdido la ingenuidad frente al tecno-paraíso prometido, ahora sembrado de noticias falsas, manipulación, grietas y sobre-estimulación para captar atención y datos. La educación cuenta con presupuestos tentadores para estas empresas que buscan captar a los clientes del futuro. Los catalanes lo comprendieron. Esperemos que los responsables de la educación en Argentina y el resto del mundo también lo hagan.

Esteban Magnani es licenciado en Comunicación, periodista y docente UBA y UNRaf

Bárbara Panico licenciada en Comunicación, tecnóloga educativa UNAHUR y UNSAM