Brasil, por hexa estrella que tanto desea

A Copa do Mundo é nossa // Com os brasileiros não há, não há quem possa // Ê, êta esquadrão de ouro // É bom no samba, é bom, é bom no couro...

Brasil quiere que su tristeza tenga fin, de una vez por todas. Y entonar aquellas estrofas a las que Maria Creuza, Toquinho y Vinícius de Moraes le pusieron voz en La Fusa. El Scratch quiere que la Copa del Mundo sea suya. Ser un equipo de oro, de nuevo. Y repetir título. Otra estrella bordada. Y que esa estrella deje de ser un lujo para transformarse en una realidad.

Como en Suecia 58 o en Chile 62. Como en México 70 o en Estados Unidos 94. Como hace veinte años, en Corea-Japón 2002. Desea por fin volver a alzar ese lustroso trofeo dorado, el que alguna vez comenzó a pasar de mano en mano porque los propios brasileños ejecutaron el derecho de conservar para sí la estatuilla de la Jules Rimet. Y para eso llegan preparados. Con entusiasmo. Con optimismo. Aunque Tite haya graduado sus expectativas al referirse a los batacazos de Arabia (ante Argentina) y de Japón (frente a Alemania), existe un deseo íntimo de todos los futbolistas de por fin cortar con esa racha adversa que ha alejado a la Verdeamarela del gran sueño. Una generación que reúne a los cracks que se ilusionaron con el título en Brasil 2014, pero que sufrieron el porrazo en semifinales ante Alemania. Un 1-7 que significó la peor catástrofe futbolera del Scratch desde el épico Maracanazo del Mundial de 1950.

Pasó mucho, Brasil: una goleada y varios sopapos intermedios que -a excepción del torneo que organizó en su tierra- no le dejaron superar la barrera de los cuartos de final: en 2006 lo sacó la última Francia de Zidane, en 2010 cayó ante el subcampeón Países Bajos y en Rusia 2018 tropezó ante la revelación Bélgica...

Pero el deseo brasileño es que todo aquello quede definitivamente en el archivo. Y por eso, confía. Y por eso, postea: quizás la historia que publicó Neymar en su cuenta de Instagram a horas de aterrizar en Doha sea una muestra de ello: el crack estampó con un emoticón la sexta estrella sobre el escudo del short que llevaba puesto durante el viaje que unió Torino -bunker de Brasil previo al Mundial- con el aeropuerto internacional de Qatar. Para muchos, una provocación, una altanería, una señal de un exacerbado optimismo. Para otros, una señal de confianza de un talento que no ha podido hasta aquí disfrutar de sus experiencias en Mundiales. Porque una lesión en una de sus vértebras lo dejó sin semis en 2014. Porque llegó muy justo luego de una cirugía de tobillo a la Copa del Mundo anterior, en Rusia. Y entonces, estima que esta vez sea la vencida. Y que pueda ser el Neymar que brilló. Y que con él se encienda hexa estrella que es su lujo.