POLITICA
Ciudad de Buenos Aires

Leandro Santoro, el candidato que pasó de amigo de Raúl Alfonsín a encabezar la lista del Frente de Todos

La historia detrás de la cabeza de lista del Frente de Todos en la Ciudad. Años de militancia radical y una profunda admiración por Cristina Kirchner.

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Leandro Santoro | Cedoc Perfil y Agencia Na

Todas las mañanas Leandro Santoro abre la puerta de su despacho y lo primero que ve es un afiche de campaña de Raúl Alfonsín de 1983. Repite promesas que Argentina aún no pudo cumplir y que, 38 años después, podrían ser parte del eslogan de cualquier espacio político. “Educación para todos”, es lo primero que se lee. Además, reclama por “igualdad de oportunidades” y se propone combatir la “deserción escolar”. En un estante guarda una foto almorzando con el expresidente radical. Alfonsín le da la mano y le dice algo entre risas. Santoro lo escucha, se ríe. Le pasa el hombro por detrás de la espalda para darle un abrazo.

A los 45 años tiene el desafío más grande de su vida. Encabeza la lista de diputados por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires. Se define como un militante. ¿Qué significa eso? "Es alguien que tiene que aceptar que las cosas cuestan y que las hace con amor”, definió. Después de tres décadas de actividad, reconoce: “Tengo la sensación que soy un tipo muy grande, hice muchas cosas. Sé lo que es tocar el bombo y que te salgan llagas, y al otro día no poder agarrar la lapicera en el colegio para escribir”.

Entre 2012 y 2013 Santoro comenzó a acercarse al kirchnerismo desde su agrupación radical Los Irrompibles. “Nosotros no queríamos ser un partido conservador, queríamos transformar a la UCR en un partido socialdemócrata”, contó sobre aquellos años de tensión. En ese sentido explicó: “Queríamos acompañar muchas políticas del Gobierno de Cristina Fernández sin ser kirchneristas, como el voto joven, la discusión con el campo. Pensaban que éramos infiltrados kirchneristas en el radicalismo, nosotros no teníamos ganas de irnos”. 

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"Sé lo que es tocar el bombo y que te salgan llagas, y al otro día no poder agarrar la lapicera en el colegio"

Con el correr del tiempo fue alejándose cada vez más de su partido de origen. En 2014 pasó a ser un invitado de lujo en el programa oficialista 6-7-8 por ser un boina blanca que criticaba a los líderes de su partido que comenzaban a acercarse a Mauricio Macri, en la antesala de Cambiemos.

- ¿Cómo fue tu acercamiento con Cristina Kirchner?

- Cuando viajé con ella en 2014, yo no era kirchnerista. Tenía simpatía por las ideas. Pero cuando fui con ella a Roma y a Naciones Unidas la vi y dije “esta mina es distinta”. Era una militante, una compañera distinta. Aparte escuché cosas diferentes. El discurso de 2014 en Naciones Unidos fue impresionante.

-  Antes de eso fuiste muy crítico del kirchnerismo y de algunos personajes. ¿Qué sensación te da hoy volver a ver los comentarios que hiciste?

- Me duele porque nunca fue mi intención lastimar a nadie. Yo no soy agresivo. Pensaban que éramos infiltrados kirchneristas en el radicalismo. Fue más un mensaje a los nuestros, de que nosotros no somos K. Me duele que agarren eso viejos tuits para decirme que soy un trucho.

De ithacas, rock y una amistad histórica

 El 18 de junio de 1999 Santoro viajaba en tren a Mar del Plata con cinco amigos para un recital de Los Redondos. Pero en Chascomús la policía frenó al público ricotero, los tiraron al piso, al costado de las vías, y los apuntaron con escopetas. “Nosotros estábamos con Pablo que tenía una enfermedad cerebral, y de repente lo veo muy desesperado. La policía apuntaba a la cabeza. Me paré, les dije cual era el problema y nos dejaron ir”.

Todavía asustados por lo que había pasado, llegaron al primer café que se encontraron. “Ahí vemos en la tele que Raúl Alfonsín había tenido un accidente, que estaba grave y lo habían internado. Llamé desde un teléfono público a uno de los chicos. Automáticamente me dijeron que agarraron las banderas y fueron al Hospital Italiano”.

"La policía apuntaba a la cabeza. Me paré, les dije cual era el problema y nos dejaron ir”.​

 Ya de vuelta en Buenos Aires, Santoro se sumó a la vigilia y le preguntó a sus compañeros:

- ¿Y qué hacemos?

-  No nos vamos hasta que Raúl nos de la mano- le contestaron.

“Me pareció fantástica la frase y los pibes hicieron un cartel que decía eso”, recordó varios años después en una entrevista con PERFIL sentado en su despacho, el 102, que está en el primer piso de la Legislatura porteña. “Vino Telefé y nos dijo: ‘¿Ustedes qué están haciendo acá?’ Y contestamos: ‘No nos vamos hasta que nos den la mano’. Y así nos quedamos más de un mes durmiendo ahí. Yo hacía el turno noche”.

Después de 40 días de internación el ex presidente fue dado de alta y recibió a los militantes de la agrupación. “Le dijo a su secretaria que antes de irse quería recibirnos. Y entramos todos en la habitación”, relató entre risas. “Fue uno por uno, nos dio la mano. ``Estoy eternamente agradecido, esta relación no se va romper nunca. Va a ser indestructible. Sepan que van a contar siempre conmigo’”. Y el vínculo siguió: “Un mes después nos mandó a decir que nunca lo invitamos a comer. ‘Dice que quiere ir a almorzar con ustedes’, mandó a un amigo mío que trabajaba con él a decirnos esto. Ahí lo recibimos, y a partir de ahí nos juntamos cada 15 días”.

“Soy un letrista”

“La idea de comunicar bien, no viene de ahora. Cuando salíamos a pintar Leandro decía que una sola vez tenés la posibilidad de llamar la atención y no te podés equivocar. Es un obsesivo con las letras en las paredes”, dijo a PERFIL Tute, uno de los compañeros de militancia de Santoro, con quien, al día de hoy, mantiene una buena amistad. 

De aquellos años de primavera democrática cuentan que dormían en el piso del Comité Radical de Formosa 114. “Nos cagábamos de frío envueltos en las banderas. Era territorialidad, estábamos ahí para llegar primeros y ganar la esquina de Acoyte y Rivadavia”. Con el tiempo, sellaron un pacto implícito con la Unidad Básica de Alberdi. “Nosotros estábamos en Rivadavia para el lado de José María Moreno y ellos de Acoyte. Había código y compañerismo, cuando venían los troskos nos cuidábamos los lugares, también nos prestábamos la escalera para colgar los trapos”, explicó.

“Y salir a pintar paredes era lo mismo. Es la experiencia de lo colectivo. Además estaba muy clara la planificación por dónde vas a ir, el recorrido que hacer para ahorrar en el flete”, comentó. “Salíamos del Comité y pasábamos por Rivadavia y Avenida La Plata, todos juntos arriba de la chata, cantando con bengalas y banderas. Era hermoso”, aportó Tute.

-¿Cómo es esa logística?

- Primero había que ir a comprar la cal, contratar un flete, el listado de paredes que ibas a hacer, ver por dónde se iba a ir. Cuando llegaba la chata los pibes preparaban los colores, y se cargaban los tachos de agua. Hacíamos todo arriba. Después bajan los blancos y después hacemos los colores. Si salís el viernes, el miércoles empezás a hacer las compras.

Después de treinta años de militancia y muchas campañas encima Santoro se atrevió a definirse, con mucha soltura: “Soy un letrista”. “El abecedario entero lo debo haber hecho, no te miento, un millón de veces, para practicar las mejores letras, las más llamativas”. Su candidatura a diputado por la Ciudad le presenta nuevamente el desafío de usar esas letras. Buscará que puedan cumplirse las consignas que lee cada mañana, cuando entra a su despacho.