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Soft power, vacunas y patentes

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Joe Biden sorprendió al anunciar la liberación de patentes de vacunas contra el Covid. | Pablo Temes

El soft power (poder blando) es un término utilizado en relaciones internacionales para describir la capacidad de un país de incidir en el mundo valiéndose de valores intangibles. Fue acuñado por el politólogo Joseph Nye para diferenciarlo del hard power (poder duro), relacionado a los poderes tradicionales, como podrían ser el armamento o el dinero. El concepto planteó una nueva interpretación sobre la hegemonía en el sistema internacional y fue desarrollado por el docente de la Kennedy School de la Universidad de Harvard en varios ensayos, entre los que se destacan: Bound to Lead: The Changing Nature of American Power (1990), Soft Power: The Means to Success in World Politics (2004) y Do Moral Matter? (2020).

La decisión de Joe Biden, anunciando esta semana que respaldará la liberación temporal de las patentes de las vacunas contra el covid para que puedan ser producidas en otros países, es el ejemplo más reciente de ejercicio de soft power: Biden hizo que el poder y la influencia de Estados Unidos pueda crecer en medio de la pandemia.

La decisión de Joe Biden de respaldar la liberación temporal de patentes de vacunas contra el coronavirus es un ejemplo de ejercicio de soft power: el poder y la influencia de Estados Unidos crecerá en medio de la pandemia.

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El debate sobre la liberación de patentes no es nuevo. Por un lado, están quienes postulan que si se liberan los derechos de propiedad intelectual se podrían administrar las vacunas a un menor costo para permitir un rápido acceso a la población mundial. Por otro lado, están los que sostienen que las empresas que han destinado grandes recursos no podrán rentabilizar esa inversión y esto terminará atentando contra la iniciativa privada, en un sector clave para el sistema de salud. La decisión de Biden acaba de inclinar la balanza.

La lucha contra la liberalización de las patentes se inició en octubre de 2020, cuando India y Sudáfrica presentaron una solicitud ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) para promover la renuncia a la propiedad industrial de las vacunas contra el covid mientras dure la pandemia. La propuesta fue rechazada en diciembre de 2020, a pesar de que entonces ya era avalada por más de un centenar de países, entre ellos la Argentina, y que ya contaba con el apoyo de más de cuatrocientas organizaciones de la sociedad civil, como Médicos Sin Fronteras, Amnistía Internacional y Oxfarm.

La medida también cuenta con el respaldo de dos centeneras de líderes de todo mundo, entre las que se encuentran 49 premios Nobel y 34 ex jefes de Estado, que se agruparon en torno a The People's Vaccine Alliance, una organización creada para concientizar sobre la gravedad de la pandemia.

Entre los que apoyan la medida se encuentran ex presidentes o ex primeros ministros, como François Hollande, Lech Walesa, Romano Prodi, Juan Manuel Santos y el argentino Mauricio Macri. Y entre los ganadores del Nobel que respaldaron la campaña por la liberación de patentes aparecen Rigoberta Menchú, Desmond Tutu, Edmund Phelps, Muhammad Yunus y Joseph Stiglitz, a los que se sumó el también argentino Adolfo Pérez Esquivel.

No representa, hay que decirlo, una tarea sencilla. La iniciativa podría haber sido tratada en la primera reunión del Consejo General de la OMC, que se realizó en marzo de este año, pero no logró consenso para ser debatida en el plenario. Los países que continúan oponiéndose son los integrantes de la Unión Europea –aunque Francia anunció un posible cambio esta semana–, el Reino Unido, Suiza, Canadá, Australia, Noruega, Japón y Brasil.

Lamentablemente, se trata de una historia repetida. Cuando África se vio azotada por la epidemia del sida a fines de los noventa, y varios gobiernos del continente africano pidieron retirar las patentes medicinales para poder obtener recursos que podrían haber evitado miles de muertes, sus demandas no fueron escuchadas.

Como sucede ahora en medio de la pandemia por coronavirus, los países más ricos se negaron entonces a liberar las patentes de los fármacos contra el sida, porque allí se concentraba el mayor lobby farmacéutico de las empresas. Y los costosos medicamentos antirretrovirales, que desde fines del siglo pasado estaban disponibles en el mundo desarrollado, tardaron entre una y dos décadas en llegar a los africanos.

The Lancet advirtió que los productores de vacunas recibieron diez mil millones de dólares de fondos públicos. Y Pfizer anunció que espera ganar 15 mil millones de dólares por la venta de sus dosis contra el covid.

Según un extenso estudio de la Universidad de Duke de Estados Unidos, la forma en la que se distribuyen las vacunas en todo el mundo representa un peligro para la salud pública tan grave como el propio coronavirus. El proyecto Launch and Scale Speedometer analiza datos globales sobre la circulación de las dosis contra la pandemia y se ha convertido en referencia internacional para políticos, académicos y sanitaristas.

En esta documentada y rigurosa investigación académica, Duke demostró que sobre 8.200 millones de de vacunas confirmadas, los países de ingreso más alto obtuvieron el 56%; los países de ingreso mediano/alto el 16%; los países de ingreso mediano/bajo el 8%; y los países de ingreso bajo el 9%; mientas que el Covax de la OMS sólo accedió a un 11% para distribuir entre varias decenas de los países más pobres del planeta.

Mientras que un informe publicado en febrero por el journal científico The Lancet advirtió que los productores de vacunas recibieron en pandemia diez mil millones de dólares de fondos públicos. A cambio de este financiamiento, los países de altos ingresos pudieron asegurar contratos para recibir dosis suficientes para vacunar a toda su población antes de que el medicamento pudiera distribuirse entre los países más pobres.

El paper titulado "Desafíos para garantizar el acceso global a las vacunas Covid-19: producción, accesibilidad, asignación y despliegue" demostró que cada una de las principales empresas que desarrollaron vacunas contra el virus han recibido entre mil y dos mil millones de dólares en compromisos de financiación, en su mayoría del gobierno de Estados Unidos. Pero las ganancias fueron desorbitantes: solo Pfizer anunció, por caso, que espera ganar este año 15 mil millones de dólares con la venta de su vacuna contra el coronavirus.

La liberalización de las patentes pone en dudas esta maximización de recursos. Y el soft power podría cambiar esta lógica.